Marino y la rosa Amarilla (mario hernández)
Marino era un hombre silencioso, podemos imaginarlo entrado en años y con una sinceridad poco común en este mundo de vanidad y soberbia. su imagen colmada de gloria, proclamaba una vida primaveral cercana al paraíso imaginado por Dante y Horacio.
Ocurrió, sin embargo, como pudo ocurrirle a cualquiera, que una tarde en que paseaba por el jardín Del Prado, mientras murmuraba para sí los versos, que soñó sereno mencionar a su "otra abril", la vio allí, inmóvil, ante el espejo de la tarde que proclamaba su marmórea eternidad.
Hablar, imposible, sólo de verla sintió que estaba en el ángulo inevitable formado por el paraíso y por la muerte. Cómo expresarle allí, entre las graderías, entre las columnas, entre la penumbra de los laureles, las palabras unánimes cuyas bocas eran ajenas al ojo y a la iluminación del color púrpura, del oro.
Ella, la mujer, expresaba una verdad cercana en su belleza a "otra" rosa amarilla también sobre agua, aquella por cuyo lugar en su lecho, Marino, moría inevitable como muere el ángulo de oro en el poniente.
¡Me gustó mucho el final! "... como muere el ángulo de oro en el poniente".
ResponderEliminar¿Lo leí bien? me parece que tu poema habla del amor de Marino por una mujer, esto lo hace diferente ante los demás.
ResponderEliminarNo entiendo lo que significa "su otra abril". Ser anciano y tener una vida primaveral suena un poco raro.
ResponderEliminarHablas de un senor grande, pero lleno de vida, ( vida primaveral) enamorado por su amante( otra abril).
ResponderEliminarInteressante el texto y si me encanto el angulo de oro en el poniente.
Muy profundo el amor no lo habían considerado
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