martes, 30 de septiembre de 2014

Deseo que la pretensión de ser auténtica no se confunda con necedad, de esas obcecadas y hasta molestas; este ejercicio lo entendí de la siguiente manera.

Les comparto mi práctica. 

La fábrica de palabras del ser; me lleva a pensar en las descripciones acompañadas de sus adjetivos donde a través de la palabra podemos expresar el qué y el cómo es; intención vital en toda comunicación.

De la fábrica del ser están identificadas con negritas.

 Una rosa amarilla
Ni aquella tarde ni la otra murió el ilustre Giambattista Marino, que las bocas unánimes de la Fama (para usar una imagen que le fue cara) proclamaron el nuevo Homero y el nuevo Dante, pero el hecho inmóvil y silencioso que entonces ocurrió fue en verdad el último día de su vida. Colmado de años y de gloria, el hombre se moría en un vasto lecho español de columnas labradas. Nada cuesta imaginar a unos pasos un sereno balcón que mira al poniente, y, más abajo, mármoles y laureles en un jardín que duplica sus graderías en un agua rectangular. Una mujer ha puesto en una copa una rosa amarilla; el hombre murmura los versos inevitables, que a él mismo, para hablar con sinceridad, ya lo hastían un poco:

Púrpura del jardín, pompa del prado,
gema de primavera, ojo de abril...

Entonces ocurrió la revelación. Marino vio la rosa como Adán pudo verla en el paraíso, y sintió que ella estaba en su eternidad y no en sus palabras y que podemos mencionar o aludir pero no expresar y que los altos y soberbios volúmenes que formaban en un ángulo de la sala una penumbra de oro no eran (como su vanidad soñó) un espejo del mundo sino una cosa más agregada al mundo. Esta iluminación alcanzó Marino en la víspera de su muerte, y Homero y Dante acaso la alcanzaron también.  

De la fabrica del hacer son los verbos, las acciones que se realizan.
Identificadas con cursiva y color rojo.

Mi rosa amarilla
Laureles y mármoles miran la gloria de su último día de vida, no se lleva ni la fama ni los altos y soberbios volúmenes que consideraba como el espejo del mundo. Quizá como Homero, Dante y Giambattista debamos imaginar que ponen en una copa la rosa amarilla antes de que sea demasiado tarde nuestra revelación. 
Dalinda

2 comentarios:

  1. Creo que el texto nuevo parece más una reflexión que una narración. Hay que construir una narración...

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