1. Leer
el texto y comprenderlo
2. Realizar
una pequeña síntesis del cuento.
3. Realizar
una lluvia de ideas de aquello que nos llama la atención.
4. Jerarquizar
las ideas.
5. Elegir
un enfoque con base en la jerarquización de ideas.
6. Realizar
una conclusión que incluya; observaciones para mejorar y puntos fuertes del
texto.
Aplicación
del modelo
Leer el texto y comprenderlo
AMANECER
Graciela Zamora
Ayman se desperezó y quitó una legaña de sus ojos
de oliva. Había dormido apenas unas horas después de la francachela de la noche
anterior. Se estiró, sus manos tocaron la cabecera y sus pies quedaron flotando
en el aire al pie de la cama. Aunque le dolía
la cabeza, le atrajo más la sensación
extraña, un poco dolorosa en su bajo vientre. Se incorporó en
busca del botiquín, pero no pudo dar ni un solo paso. Paralizado, con la cabeza
colgándole hacia el piso, vivió una especie de vértigo al ver lo que estaba en
su cuerpo. Sin saber qué decir o hacer, miraba
sin entender lo que sucedía o había sucedido. Apretó los ojos. Los talló con
los nudillos con la esperanza de huir de lo que quizás fuera corolario de la parranda. Pero no. Al
volver la vista el escenario continuaba igual la cosa. La urgente necesidad de orinar lo hizo
olvidarse momentáneamente del asunto y corrió al baño. De manera casi natural efectuó
el acto y sintió alivio. Observó el asiento y movió la cabeza reconviniéndose. No
es que fuera la primera vez que ensuciara el baño. Siempre. Sí, esa era la
palabra. Siempre dejaba orines sobre el acolchado confidente y a pesar de las
blasfemias que Ditzah soltaba al aire,
Ayman descuidaba ese detalle del baño. Pero ahora era diferente, el asiento
estaba francamente reprochable. Cortó
varios trozos de papel y lo limpió. Antes
de salir se cercioró de que todo estuviera normal. Aunque ¡claro! ahora no
estaba en completo seguro que las cosas caminaran normales. A pesar de ello
hizo su plegaria matinal y agradeció a Dios sus dones. Al escuchar que se aproximaba su esposa, recordó
lo de su entrepierna y se envolvió con una toalla atorando una de sus puntas en
la cintura. Cuando apareció Ditzah, acostumbrada a verlo en cueros, enchinó los ojos y de sopetón le preguntó: ¿Por qué te cubres? Nada, sentí un poco de
frío, contestó Ayman que no hallaba
dónde acomodar lo nuevo de su cuerpo. Pero Ditzah lo miró con recelo. Algo ocultaba
tras la toalla, pensó. Se acercó a él y de modo dulce se la quitó. Sus grandes
y oscuros ojos se abrieron de tal forma que parecía romperían su rostro. Paralizada
ante lo que veía una ráfaga de zoología de pronto la hizo
comprender que estaba frente a una desconocida especie del planeta. Alargó la mano y con mucha prudencia como si
fuera algodón lo tocó delicada. Con más
familiaridad se atrevió a darle un diminuto pellizco para cerciorarse de que
aquello no fuera una artimaña de Ayman. Sin perderlo
de vista, se acomodó su vestido. Cepillo sus dientes y sostuvo su cabello en una
colita de caballo. Escasamente tenía tiempo
para llegar a su trabajo. Desde el espejo en donde maquillaba sus ojos lo vio maniobrar con dificultad la cremallera del
pantalón. Con una mirada compasiva y una sonrisa de simpatía en los
labios le recomendó usara el largo suéter que le había tejido. Tomó su bolso y
apresurada le tiró un beso desde la puerta mientras salía.
El exceso de
clientes en las mesas hicieron que Ditzah olvidara pronto el incidente y
recuperara su cotidiano semblante de
fatiga. A él, en cambio, no le fue fácil
olvidar lo ocurrido. Al llegar a la fábrica, —un bodegón que
albergaba a un nutrido grupo de mujeres
y hombres moviéndose maquinalmente con sus herramientas—, el gigantesco suéter a rayas que le llegaba a
media pierna y un gesto sutil de falta sellado en su cuerpo, destaparon la curiosidad de su jefe quien
posado en un pedestal elevado desde donde controlaba a los trabajadores lo miró.
Recogió su gordura del amplio sillón de
su escritorio y se dirigió hacia él para observarlo con detalle. Dio dos vueltas en círculo a su alrededor en
busca de alguna huella invisible, pero el único rastro visible era aquel suéter
desaliñado. El jefe arqueó la cejas no del todo confiado y regresó con su
gordura al lugar alto del bodegón.
Acabado el
almuerzo Ayman fue al baño y no le quedó
más remedio que encerrarse en uno de los apartados con taza y puerta para vaciar la vejiga. Permaneció
sentado. Con las manos en la cabeza repasó lo sucedido la noche
anterior. No había yacido con Ditzah. Tampoco con otra mujer. Tal vez la potencia de un pensamiento
obsesivo se hubiera filtrado. O quizás alguna mutación producida por las falafel[1]
y el microondas. Releyó sus pensamientos
por si acaso descubría algo, pero no encontró nada que incidiera en lo sucedido. Lo único que se asomó en sus viejos pensamientos fue el deseo de
encontrar un mejor empleo para ir al mar
con su mujer. Estaba en la playa, cuando
un fuerte toquido en la puerta sacudieron la arena de sus pensamientos. Se subió el pantalón y tuvo cuidado al subir
la cremallera. Abrió la puerta y fingió un mal estomacal.
A la salida
de la fábrica esperó el autobús que iba directo a su casa sin siquiera pensar
en mujeres.
Al abrir la puerta, saludó a Ditzah con una expresión de cariño y
se colocó frente al televisor mientras
se descalzaba. Su hora temprana
sorprendió a su esposa quien blandía un filoso cuchillo para la
berenjena. Colocó las falafel en el microondas y mientras se cocinaban le pidió
atenta a su marido bajara la cremallera del pantalón. Con las dos manos sobre
la cien lo observó meditativa. Le compartió lo que pensaba y juntos
concluyeron que los circos eran ya lugares antiguos, en donde ni siquiera la
mujer con cuerpo de araña despertaba curiosidad; así que no recurrirían a
ellos. Además Ayman era tímido y un público multitudinario lo asustaba. Atesoraron una idea más humilde. Empezarían a
dar el espectáculo en el vecindario. Haciendo multiplicaciones tan sólo con los
habitantes del barrio sacarían cincuenta mil dinares. Complacidos y muy alegres con sus cuentas acomodaron en su
realidad el sueño de la playa planeado desde antes de su boda y se sintieron
acariciados por el mar que los dos conocían muy bien desde la pantalla.
Cenaron
entusiasmados con sus planes y brindaron con un vino tierno que un pariente les
había regalado. Pensar que existes,
le dijo Ditzah, me hace sentir feliz.
Juguetearon con las manos como dos adolescentes y se besaron. Ayman limpió la
cocina. Ditzah tomó un baño aromático y
desnuda se acostó sobre la cama. El buen Ayman se aseó y sin que fuera uno de
sus hábitos se envolvió con la toalla un poco turbado y cauteloso. De momento,
ninguno de los dos supo qué hacer, pero la naturaleza lo resolvió por ellos. Hicieron
el amor como nunca antes lo habían hecho y a intervalos reían e imaginaban el
mar con sus pies metidos en la arena. Con las rosadas luces del amanecer puestas en
el filo del horizonte quedaron al fin dormidos. Ditzah soñó que deambulaba en las calles de
Mogador, la ciudad de sus ancestros, contenta y relajada.
A media mañana, antes de que Ayman abriera sus ojos,
Ditzah se colocó unos viejos shorts,
preparó un plato de jocoque y aceitunas y se echó a cantar en el idioma
de sus padres. El joven Ayman lanzó un bostezo e instintivamente bajo su
mirada. Había desaparecido. Una especie de aturdimiento lo invadió. Se
incorporó veloz y desnudo como estaba doblado sobre su cintura, con ambas manos
escudriño en su espeso bosque íntimo a sabiendas de que era inútil. De nuevo su
cuerpo regresaba a la normalidad. Escuchó a su mujer que cerraba la regadera y
sin pensarlo mucho se cubrió con una almohada para no romper tan pronto su
sueños. Ditzah le sonrió y echa un gatito se acercó y le
quitó la almohada. ¡Ah! Parecieron decir
sus hermosos ojos oscuros que parpadeaban mientras un galimatías como un
cangrejo loco incrustado en su cabeza la
atenazaba. ¿Dónde está?, inquirió. Ayman alzó los hombros. Entonces
Ditzah, levantó las sábanas y las extendió para sacudir la confusión que la embargaba.
Ayman apenas si se movió. Con las cejas y los ojos caídos fue al baño y orinó;
y como era su costumbre no reparó en las
pequeñas gotas que dejó sobre el acolchado asiento. Abrió la llave del
lavamanos y con el jabón hizo abundante espuma que esparció en su espesa barba antes de rasurarse.
En medio de
la cama Ditzah suspiró, al tiempo que miraba a su marido con su cuerpo habitual.
Imaginó un mar suave y pudo escuchar con
claridad el sonido suave al romper. Entonces aceptó que el mar tendría que
esperar.
F I N
Lluvia
de ideas:
· Matrimonio gris y común.
· Vida sin sentido.
· Cuento fantástico.
· El cuerpo como “otro”.
· Perdida de la identidad.
Jerarquización
de las ideas:
1.
Cuento
fantástico.
2.
El
cuerpo como “otro”.
3.
Perdida
de la identidad.
4.
Matrimonio
gris y común.
5.
Vida
sin sentido.
Elegir el enfoque con base en la jerarquización de ideas: descriptivo
Realizar
una conclusión que incluya; observaciones para mejorar y puntos fuertes del
texto.
Amanecer con algo más en la
entrepierna, es para Ayman una gran sorpresa, lo extraño es que continúe con su
vida normal, como si un pequeño barro le hubiera salido en la nariz. La autora
del cuento, logra rasgar la realidad sin que la identidad de los personajes se
vea perturbada por la aparición de otro pene en el cuerpo de Ayman.
Lo fantástico no es quizá la aparición del pene, sino la
respuesta de los personajes a esta situación. La vida de los personajes sigue de
lo más normal, cada uno se va a su trabajo, regresan a su casa y empiezan a
soñar con realizar exhibiciones, con lo que juntarán para unas vacaciones.
Pareciera que el surgimiento
de otro pene en el cuerpo de Ayman es la justificación para narrar la monótona y
mediocre vida de un matrimonio.
Considero que el cuento se ubica
en el terreno de lo fantástico, porque de acuerdo con Flora Botton Burlá es “Cuando
el fenómeno insólito no es explicable mediante las leyes del mundo conocido, ni
se nos da una explicación que lo colocaría clara y definitivamente dentro de un
mundo otro…” Siguiendo a la misma autora nos dice que “…la irrupción de lo insólito o de lo extraordinario,
o incluso de lo sobrenatural, en la vida cotidiana puede tener efectos muy diferentes:
lo inesperado puede mover a risa, a extrañeza, puede provocar la simple sorpresa,
o llevar al miedo y al terror (…); el sentimiento de lo fantástico no es más
que una de las sensaciones que pueden ser provocadas por lo inesperado.”
En el cuento que analizamos
el sentimiento de lo fantástico lleva a los personajes a pensar, que con las
exhibiciones del fenómeno pueden realizar las vacaciones que siempre han soñado.
El texto tiene una pequeña
pizca de ironía que considero puede intensificarse. Por otra parte siento que
cuenta algo sin decirlo realmente, tal vez tendría que contar con más detalle el
asombro de Ayman, la sorpresa de ver otro miembro en su cuerpo, así como
también contar la desilusión, de aquello que le daría sus ansiadas vacaciones, al
amanecer ha desaparecido.
El texto cuenta con hipérboles
muy bien logradas como “con la cabeza colgándole
hacía sus pies”, y “grandes y obscuros ojos
se abrieron de tal forma que parecían romperían su rostro.”
Por último creo que aspectos
como el tiempo, el espacio y la individualidad del personaje quedan intactos, creo
que se desaprovecha la irrupción de otra realidad, que puede poner a los
personajes en situaciones límite.
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