martes, 25 de marzo de 2014

Modelo de crítica literaria (binomio Joaquín-Graciela)




1.     Leer el texto y comprenderlo
2.     Realizar una pequeña síntesis del cuento.
3.     Realizar una lluvia de ideas de aquello que nos llama la atención.
4.     Jerarquizar las ideas.
5.     Elegir un enfoque con base en la jerarquización de ideas.
6.     Realizar una conclusión que incluya; observaciones para mejorar y puntos fuertes del texto.

Aplicación del modelo

Leer el texto y  comprenderlo

AMANECER 
Graciela Zamora

 Ayman se desperezó y quitó una legaña de sus ojos de oliva. Había dormido apenas unas horas después de la francachela de la noche anterior. Se estiró, sus manos tocaron la cabecera y sus pies quedaron flotando en el aire al pie de la cama. Aunque le dolía  la cabeza, le atrajo más  la sensación extraña,  un poco  dolorosa en su bajo vientre. Se incorporó en busca del botiquín, pero no pudo dar ni un solo paso. Paralizado, con la cabeza colgándole hacia el piso, vivió una especie de vértigo al ver lo que estaba en su cuerpo. Sin saber qué decir o hacer,  miraba sin entender lo que sucedía o había sucedido. Apretó los ojos. Los talló con los nudillos con la esperanza de huir de lo que quizás  fuera corolario de la parranda. Pero no. Al volver la vista el escenario continuaba igual la cosa.  La urgente necesidad de orinar lo hizo olvidarse momentáneamente del asunto y corrió al baño. De manera casi natural efectuó el acto y sintió alivio. Observó el asiento y movió la cabeza reconviniéndose. No es que fuera la primera vez que ensuciara el baño. Siempre. Sí, esa era la palabra. Siempre dejaba orines sobre el acolchado confidente y a pesar de las blasfemias que  Ditzah soltaba al aire, Ayman descuidaba ese detalle del baño. Pero ahora era diferente, el asiento estaba francamente reprochable.  Cortó varios trozos de papel y lo  limpió.     Antes de salir se cercioró de que todo estuviera normal. Aunque ¡claro! ahora no estaba en completo seguro que las cosas caminaran normales. A pesar de ello hizo su plegaria matinal y agradeció a Dios sus dones.      Al escuchar que se aproximaba su esposa, recordó lo de su entrepierna y se envolvió con una toalla atorando una de sus puntas en la cintura. Cuando apareció Ditzah, acostumbrada a verlo en cueros,  enchinó los ojos y de sopetón le preguntó: ¿Por qué te cubres? Nada, sentí un poco de frío,  contestó Ayman que no hallaba dónde acomodar lo nuevo de su cuerpo.  Pero Ditzah lo miró con recelo. Algo ocultaba tras la toalla, pensó. Se acercó a él y de modo dulce se la quitó.   Sus grandes y oscuros ojos se abrieron de tal forma que parecía romperían su rostro. Paralizada  ante lo que veía  una ráfaga de zoología de pronto la hizo comprender que estaba frente a una desconocida especie del planeta.  Alargó la mano y con mucha prudencia como si fuera algodón  lo tocó delicada. Con más familiaridad se atrevió a darle un diminuto pellizco para cerciorarse de que aquello no fuera una artimaña de Ayman.   Sin perderlo de vista,  se acomodó su vestido. Cepillo  sus dientes y sostuvo su cabello en una colita de caballo.  Escasamente tenía tiempo para llegar a su trabajo. Desde el espejo en donde maquillaba sus ojos lo vio  maniobrar con dificultad la cremallera  del  pantalón. Con una mirada compasiva y una sonrisa de simpatía en los labios le recomendó usara el largo suéter que le había tejido. Tomó su bolso y apresurada le tiró un  beso  desde la puerta mientras salía.    
El exceso de clientes en las mesas hicieron que Ditzah olvidara pronto el incidente y recuperara su cotidiano semblante  de fatiga. A él, en cambio,  no le fue fácil olvidar lo ocurrido.    Al llegar a la fábrica, —un bodegón que albergaba a un nutrido grupo de  mujeres y hombres moviéndose maquinalmente con sus herramientas—,  el gigantesco suéter a rayas que le llegaba a media pierna y un gesto sutil de falta sellado en su cuerpo,  destaparon la curiosidad de su jefe quien posado en un pedestal elevado desde donde controlaba a los trabajadores lo miró.  Recogió su gordura del amplio sillón de su escritorio y se dirigió hacia él para observarlo con detalle.  Dio dos vueltas en círculo a su alrededor en busca de alguna huella invisible, pero el único rastro visible era aquel suéter desaliñado. El jefe arqueó la cejas no del todo confiado y regresó con su gordura al lugar alto del bodegón.
Acabado el almuerzo Ayman fue al baño y no le quedó  más remedio que encerrarse en uno de los apartados con taza y puerta para  vaciar la vejiga.  Permaneció  sentado. Con las manos en la cabeza repasó lo sucedido la noche anterior. No había yacido con Ditzah. Tampoco con otra mujer.  Tal vez la potencia de un pensamiento obsesivo se hubiera filtrado. O quizás alguna mutación producida por las falafel[1] y el microondas.  Releyó sus pensamientos por si acaso descubría algo, pero no encontró nada que incidiera  en lo sucedido. Lo único que se asomó en  sus viejos pensamientos fue el deseo de encontrar un mejor empleo  para ir al mar con su mujer.  Estaba en la playa, cuando un fuerte toquido en la puerta  sacudieron la arena de sus pensamientos.  Se subió el pantalón y tuvo cuidado al subir la cremallera. Abrió la puerta y fingió un mal estomacal.  
A la salida de la fábrica esperó el autobús que iba directo a su casa sin siquiera pensar en mujeres.
 Al abrir la puerta,  saludó a Ditzah con una expresión de cariño y se colocó frente al televisor mientras  se descalzaba. Su hora temprana  sorprendió a su esposa quien blandía un filoso cuchillo para la berenjena. Colocó las falafel en el microondas y mientras se cocinaban le pidió atenta a su marido bajara la cremallera del pantalón. Con las dos manos sobre la cien lo  observó  meditativa.  Le compartió lo que pensaba y juntos concluyeron que los circos eran ya  lugares antiguos, en donde ni siquiera la mujer con cuerpo de araña despertaba curiosidad; así que no recurrirían a ellos. Además Ayman era tímido y un público multitudinario lo asustaba.  Atesoraron una idea más humilde. Empezarían a dar el espectáculo en el vecindario. Haciendo multiplicaciones tan sólo con los habitantes del barrio sacarían cincuenta mil dinares.    Complacidos y  muy alegres con sus cuentas acomodaron en su realidad el sueño de la playa planeado desde antes de su boda y se sintieron acariciados por el mar que los dos conocían muy bien desde la pantalla.  
 Cenaron entusiasmados con sus planes y brindaron con un vino tierno que un pariente les había regalado. Pensar que existes, le dijo Ditzah, me hace sentir feliz. Juguetearon con las manos como dos adolescentes y se besaron. Ayman limpió la cocina.  Ditzah tomó un baño aromático y desnuda se acostó sobre la cama. El buen Ayman se aseó y sin que fuera uno de sus hábitos se envolvió con la toalla un poco turbado y cauteloso. De momento, ninguno de los dos supo qué hacer, pero la naturaleza lo resolvió por ellos. Hicieron el amor como nunca antes lo habían hecho y a intervalos reían e imaginaban el mar con sus pies metidos en la arena.  Con las rosadas luces del amanecer puestas en el filo del horizonte quedaron al fin dormidos.  Ditzah  soñó que deambulaba en  las calles de  Mogador, la ciudad de sus ancestros, contenta y relajada.  
 A media  mañana, antes de que Ayman abriera sus ojos, Ditzah se colocó unos viejos shorts,  preparó un plato de jocoque y aceitunas y se echó a cantar en el idioma de sus padres. El joven Ayman lanzó un bostezo e instintivamente bajo su mirada. Había desaparecido. Una especie de aturdimiento lo invadió. Se incorporó veloz y desnudo como estaba doblado sobre su cintura, con ambas manos escudriño en su espeso bosque íntimo a sabiendas de que era inútil. De nuevo su cuerpo regresaba a la normalidad. Escuchó a su mujer que cerraba la regadera y sin pensarlo mucho se cubrió con una almohada para no romper tan pronto su sueños.  Ditzah  le sonrió y echa un gatito se acercó y le quitó la almohada.  ¡Ah! Parecieron decir sus hermosos ojos oscuros que parpadeaban mientras un galimatías como un cangrejo loco incrustado en su cabeza  la atenazaba. ¿Dónde está?,  inquirió. Ayman alzó los hombros. Entonces Ditzah, levantó las sábanas y las extendió para sacudir la confusión que la embargaba. Ayman apenas si se movió. Con las cejas y los ojos caídos fue al baño y orinó; y como era su costumbre  no reparó en las pequeñas gotas que dejó sobre el acolchado asiento. Abrió la llave del lavamanos y con el jabón hizo abundante espuma que esparció en su espesa barba  antes de rasurarse. 
En medio de la cama Ditzah suspiró, al tiempo que miraba a su marido con su cuerpo habitual. Imaginó  un mar suave y pudo escuchar con claridad el sonido suave al romper. Entonces aceptó que el mar tendría que esperar.

                                       F I N


[1] Croqueta de garbanzo con comino, ajo y perejil.

Lluvia de ideas:
·       Matrimonio gris y común.
·       Vida sin sentido.
·       Cuento fantástico.
·       El cuerpo como “otro”.
·       Perdida de la identidad.

Jerarquización de las ideas:
1.     Cuento fantástico.
2.     El cuerpo como “otro”.
3.     Perdida de la identidad.
4.     Matrimonio gris y común.
5.     Vida sin sentido.

Elegir el enfoque con base en la jerarquización de ideas: descriptivo

Realizar una conclusión que incluya; observaciones para mejorar y puntos fuertes del texto.
Amanecer con algo más en la entrepierna, es para Ayman una gran sorpresa, lo extraño es que continúe con su vida normal, como si un pequeño barro le hubiera salido en la nariz. La autora del cuento, logra rasgar la realidad sin que la identidad de los personajes se vea perturbada por la aparición de otro pene en el cuerpo de Ayman.
Lo fantástico no es quizá la aparición del pene, sino la respuesta de los personajes a esta situación. La vida de los personajes sigue de lo más normal, cada uno se va a su trabajo, regresan a su casa y empiezan a soñar con realizar exhibiciones, con lo que juntarán para unas vacaciones.
Pareciera que el surgimiento de otro pene en el cuerpo de Ayman es la justificación para narrar la monótona y mediocre vida de un matrimonio.
Considero que el cuento se ubica en el terreno de lo fantástico, porque de acuerdo con Flora Botton Burlá es “Cuando el fenómeno insólito no es explicable mediante las leyes del mundo conocido, ni se nos da una explicación que lo colocaría clara y definitivamente dentro de un mundo otro…” Siguiendo a la misma autora nos dice que  “…la irrupción de lo insólito o de lo extraordinario, o incluso de lo sobrenatural, en la vida cotidiana puede tener efectos muy diferentes: lo inesperado puede mover a risa, a extrañeza, puede provocar la simple sorpresa, o llevar al miedo y al terror (…); el sentimiento de lo fantástico no es más que una de las sensaciones que pueden ser provocadas por lo inesperado.”
En el cuento que analizamos el sentimiento de lo fantástico lleva a los personajes a pensar, que con las exhibiciones del fenómeno pueden realizar las vacaciones que siempre han soñado.
El texto tiene una pequeña pizca de ironía que considero puede intensificarse. Por otra parte siento que cuenta algo sin decirlo realmente, tal vez tendría que contar con más detalle el asombro de Ayman, la sorpresa de ver otro miembro en su cuerpo, así como también contar la desilusión, de aquello que le daría sus ansiadas vacaciones, al amanecer ha desaparecido.
El texto cuenta con hipérboles muy bien logradas como  “con la cabeza colgándole hacía sus pies”, y  “grandes y obscuros ojos se abrieron de tal forma que parecían romperían su rostro.”
Por último creo que aspectos como el tiempo, el espacio y la individualidad del personaje quedan intactos, creo que se desaprovecha la irrupción de otra realidad, que puede poner a los personajes en situaciones límite.



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