Cuenta la leyenda que hace muchos años vivía en una ciudad
de Galilea, llamada Nazaret, un joven llamado Espíritu, sin más gloria que un padre venerable
del cual heredó el sobrenombre de Santo. Para diferenciarlo de otros le anteponían
el artículo el, como sinónimo de su singularidad. Así pues, una tarde cuando el sol extraviaba su luz en los confines del mundo, el Espíritu
Santo, de aliento radiante y tan ligero
que parecía volar, divisó a María
—una joven virgen desposada con un hombre llamado José— caminando por las
estrechas calles del pueblo. Hermoso y seductor, tales eran otras de las
características de Espíritu Santo, con el pretexto de convidarle un panecillo
ázimo la abordó y caminaron juntos hasta que llegaron a la casa de ella. Se
despidieron y el joven prometió volver. A María, por su parte, no le fue indiferente,
sobre todo porque su esposo atravesaba una crisis carnal, debido a un extraño
mensaje recibido en sueños que le había vaticinado la gloria de la fama eterna
si no tocaba a su mujer hasta que quedara encinta por la gracia divina. Tal locura, a José, un hombre racional y juicioso le pareció
desproporcionada, pero asimismo le abrió una puerta desconocida de su
vanidad por lo que resolvió contener sus impulsos voluptuosos guardándose en su
carpintería y esperar.
Por su parte, María después de dicho encuentro, consiguió entre los
mercaderes extranjeros afeites naturales traídos desde Egipto. Enmarcó la línea
de sus ojos con kehel e intensificó aún más el rojo de sus labios; pero en los días que siguieron Espíritu Santo no volvió a acercarse a ella, en
cambio sólo se mostró a lo lejos teniendo buen cuidado de que María lo observara.
Ella intentó
acercarse a él con cualquier pretexto, pero sus intentos fallaron.
Una
noche, cuando María se revolvía desnuda en la cama llena de pensamientos placenteros,
apareció Espíritu Santo en su ventana.
Sin que hubiese una sola palabra de por medio, el Espíritu Santo fue
sobre ella y María, llena de felicidad y gracia fue preñada, haciendo realidad
el sueño de José.
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