Quién
iba a pensar que por una.. Sexta
parada.
Tenía dos días que había
dejado de leer la novela por sentirse con los huesos desquebrajados, el cuerpo
sin fuerza, la nariz goteando como llave de agua que le falta el empaque, la cabeza colgada hacia un lado
sosteniéndola con la palma de la mano como queriendo sentir las punzadas del
dolor que de ella provenían después de pasarle el escalofrío y la alta
temperatura por su cuerpo.
Apenas habían transcurrido
solo cuarenta y ocho horas y ya estaba inquieto por la trama de la novela,
entusiasmado tomó nuevamente el libro para seguir su lectura, le había dejado un separador muy
bonito de Veracruz que le regalo su amigo Joaquín, cuando se fue de vacaciones.
Se sentó en una banca de cemento con pedazos de azulejos como adorno en el asiento que está afuera de su casa e inició la
lectura, la trama le pareció muy interesante, fue deshilando una a una cada
palabra sorprendido por la reacción alocada de uno de los personajes.
Ciertamente había mujeres y
niños en la plaza de la ciudad pero el señor trató de estar cubierto con las
cajas vacías de madera apiladas en las que transportaban fruta. Y es que ya no
podía más el pobre hombre, todo se retorcía, había estado bebiendo vasos llenos
de cerveza bien fría propia para el calor que se sentía. La ciudad estaba a
40ºc en la sombra, la cerveza era lo único que se apetecía, las gentes iban y
venían por la plaza, unos caminando muy despacio, algunos con sus perros jalando, otros caminando apresuradamente con ansias de llegar a sus
casas, alguno que otro niño jugando y corriendo alcanzándose unos con otros, el
policía atento observando lo que acontecía.
Mirando por todos lados muy
discretamente se metió entre las cajas y se orinó con tal fuerza que pareció un
chorro de agua que sale a presión, el policía indignado por el acto le disparó
a la cabeza cayendo en el charco de orines sin soltar su novela.
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