MORIR EN UNA NOCHE LLUVIOSA
(sexta parada)
Jade, sentada frente a su escritorio,
decidió quedarse a revisar algunos de los trabajos de sus alumnos. Era un poco
tarde y la torrencial lluvia parecía interminable.
Estiró un poco los brazos,
contorsionó la espalda y masajeo un poco su cuello y cabeza para relajarse y
disponerse a leer.
Tomó el primer trabajo del
montón que tenía ordenado en la orilla de su escritorio. Le pareció muy simple,
con muchas deficiencias y confusiones en la trama. Antes de terminarlo de leer,
suspiró un poco, un tanto enfadada. Lentamente se paró frente a uno de los
ventanales mientras contemplaba la lluvia que no cesaba. Abrió un poco la
ventana para sentir la frescura de la noche y de repente, un leve aire logró
colarse tirando al suelo alguno de los trabajos de sus muchachos.
Inmediatamente caminó hacia
los textos, y al comenzar a levantarlos llamó su atención el título de uno de
ellos, “Morir en una noche lluviosa”. Era un título con letra grande en
negritas que simulaba una gota de sangre al final. Incorporó nuevamente los
trabajos al escritorio pero dejó encima el de la gota de sangre.
Hacía un poco de frío, así
que abrió su bolso y sacó un cigarrillo que encendió mientras cerraba la puerta
del salón. Se acomodó en la silla, echó a un lado el fleco de su cabello, tomó
las hojas del texto...
Pobre sujeto, pensó que
nunca llegaría el día, pero al parecer, esa noche la suerte lo acompañaba. Era
un tipo alto, fornido, de mirada un tanto perdida, con rasgos grotescos a quién
le había llevado mucho tiempo planear la muerte de la mujer de quien siempre
había estado enamorada y quien lo toda la vida lo rechazó.
Eran casi las diez de la
noche. Las luces de la institución permanecían prendidas y le permitían su paso
para poder llegar a su objetivo. A simple vista no había nadie, tan sólo su
sombra lo acompañaba en el transcurso del camino mientras una diabólica sonrisa
enmarcaba su rostro por lo que iba a suceder esa noche.
Comenzó a subir las escaleras
con gran dificultad porque cojeaba de un pie. En la mano llevaba tan sólo una
lámpara y un cuchillo, con la cual pensaba cometer el asesinato. La lluvia
parecía ser su cómplice, no cesaba. Por fin logró subir al último piso.
Recorrió con lentitud cada uno de los salones. Antes de llegar al salón en el
que se encontraba su amada tomó un poco de aire y con las yemas de sus dedos
saboreó el filo de su arma y prosiguió su camino.
La pobre mujer, víctima de
su fechoría, ni siquiera sabía que su final estaba a punto de llegar. Ella,
seguía en su salón de clases revisando algunas tareas mientras esperaba a que
parara la lluvia. Estaba tan metida en la lectura de la historia, que ni siquiera se dio cuenta de que el
asesino se encontraba parado en su puerta…
Sintiendo un
escalofrío en el cuerpo y alma, volteó la cabeza hacía la puerta rápidamente y
tan sólo logró sentir una luz en los ojos que la cegó.
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