EL
CABALLO Y EL LEÓN.
Hubo un tiempo en que los
leones se cansaron de ser sanguinarios cazadores y trataron de enmendar su
camino convirtiéndose en vegetarianos y haciendo labores altruistas.
Cierta ocasión, un caballo
que se encontraba por el campo, alcanzó a ver a un león a lo lejos. Le llamó la
atención la cantidad de verduras frescas que llevaba en un costal.
El caballo era muy flojo
como para ir a buscar su propia dotación, así que acostumbraba robar los
alimentos de los animales con engaños.
Sabía que el león no era
cualquier animal, así que se le ocurrió fingir estar enfermo para atraer la
atención del león, y una vez que este se descuidara, robar su costal de
verduras.
Enseguida se tiró al suelo y
gritó:
─¡Auxilio, auxilio, que
alguien me ayude, por favor!
El león, con el buen oído
que tenía, logró escuchar los gritos del caballo y acudió enseguida hasta donde
se encontraba.
─¿Qué te ha ocurrido?
-Preguntó al caballo.
─No puedo caminar, me
enterré una enorme espina en la pata desde ayer y heme aquí tendido sin poder
comer ni beber. Te agradecería que me la sacaras.
─Esta bien, ─ contestó el
león.
Sin embargo, el león, quien
todos los días transitaba por ahí, se dio cuenta de que el caballo estaba
mintiendo, pues ni siquiera por la mañana se lo había topado.
El caballo se levantó
enseguida, se colocó en muy buena posición y le dijo:
─Te recomiendo que me saques
la espina con tus filosos dientes, será más rápido y menos doloroso que con tus
garras.
El león, asombrado todavía
por la manera tan rápida en la que se levantó el caballo para optar por una
posición de ataque sin que se quejara de la espina, comprendió que lo que él
quería, era propinarle unas buenas patadas para dejarlo inconsciente y robarle
su comida.
Entonces dijo:
─Acepto, pero antes de que
la saque cierra los ojos, cuenta hasta tres y enseguida me dispondré a sacarte
la espina.
El caballo muy seguro de
cometer su fechoría y preparándose para dejarlo tirado en el suelo, inició el
conteo.
Apenas si alcanzó a decir
¡uno!, cuando echó un desgarrador grito por la tremenda mordida que le había
propinado el león en su pata.
El león un poco burlón le
dijo:
─Ahora sí, esperemos que
pronto venga alguien en tu ayuda, porque no podrás caminar por algunos días.
Enseguida se echó su costal
al lomo y se fue.
El pobre caballo se quedó con un
llanto en los ojos, la pata hinchada y sin poder pararse.
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