martes, 8 de octubre de 2013

Cuento colaborativo



Había sido atrapado desde meses atrás por las redes sociales. Su cuenta de Facebook estaba abandonada porque la lluvia había dañado su línea telefónica. Cuando le avisaron que su servicio había sido restablecido, abrió su cuenta, revisó rápidamente su muro.  Comentó con desesperada rapidez las publicaciones en las que había sido etiquetado, sus dedos fluían cual líquido derramado sobre el teclado. En cada comentario sentía recuperar la vida. Al terminar de revisar su muro, dio clik en inicio… y mientras se cargaba la página sus ojos se escaparon por la ventana, y pudo ver a su encantadora mujercita mandarle un beso mientras encendía el motor del auto. Los rayos del sol del dulce atardecer lo hicieron regresar a la pantalla de la computadora. La luz del sol lo distrajo y no pudo seguir leyendo los estados de las publicaciones. Se levantó de su cómoda silla, desde donde introducía sus ojos en la pequeña ventana de plasma para sentirse un dios todo poderoso. Se acercó al ventanal de descoloridas cortinas que un día habían sido verdes… y sus ojos volaron cual gaviotas sobre el inmenso mar de montañas que desde el ventanal  podía observar. Cerró de un tirón las tristes cortinas y regresó a su bola de cristal electrónica que le permitía conocer y enterarse de la vida de sus amigos virtuales.
De pronto una notificación en la ventana electrónica le indicó que había recibido una solicitud de amistad. Antes de que ésta desapareciera dio click en ella y la aceptó. Cuentos colaborativos, era el nombre de su nueva amistad, ingresó y empezó a leer la trama: …una mujer vestida de negro sollozaba y gemía sobre un ataúd que despedía el olor a pino falso. Ninguna lágrima bajaba por su rostro. Un hombre lo sostenía, y la abrazaba, mientras ella se inquietaba porque varios de los asistentes, la miraban, como buscando confirmar sus sospechas.
Después de esta escena inicial muy in extrema rex, había otro comentario que introducía una analepsis: Con un ligero empujoncito le dio a entender que la dejara sola, el hombre delgado de pelo rizado se retiró. La mujer quedó en silencio y su mente viajó a dos días antes del velorio.
El cuento se había interrumpido, era su turno de insertar el comentario para continuar la historia. Su mente se trasportó a su aburrida y monótona vida y sintió que no tenía nada que contar, pensó en abandonar la página, cuando otro comentario apareció: Ese día, ella se esmeraba en su arreglo personal, eligió aquel vestido con un escote perfecto que hacía lucir su delgada figura. Uso su mejor perfume, los zapatos más alto, se miró al espejo y sintió que su corazón se acurrucaba en los brazos de aquel hombre que hacía que su respiración se acelerara y, sus pechos aumentaran su firmeza y tamaño.
Va a ir a ver al amante, pensó, y cuando estaba a punto de empezar a teclear, alguien más le había ganado: Salió de su recámara. Pasó por el estudio donde estaba su marido. Bajo apresurada las escaleras. Detuvo su mirada en los sillones pardos y aburridos de su sala donde no había nadie. Tomó las llaves del auto que se encontraban a un lado de la puerta… Salió presurosa y dejó la puerta abierta…
Las tarántulas estáticas movieron sus patas sobre el teclado, con una velocidad que esta vez nadie le ganó a realizar el comentario: El portón de la calle también quedó entreabierto… y un hombre delgado de pelo rizado se deslizo como serpiente sin hacer el menor ruido. Avanzó como sobra. Entró a la casa y vio que no había nadie en la sala. Subió las escaleras cómplices, que esta vez no crujieron, llegó a la puerta de un estudio… Y una sombra se reflejó en la pantalla de plasma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario