domingo, 6 de octubre de 2013

Sabado ajetreado



Sábado ajetreado
Sexta paradaRGRZ
Como todas las mañanas, Pablo  leía el periódico.  Era sábado y  Lucrecia elaboraba la lista de pendientes que tendría para la próxima semana.  La mesa en que tomaban el desayuno era pequeña con  sólo dos sillas,  tenía un mantel de algodón a grandes cuadros de colores  que  añadían  luz  a la pequeña estancia aneja a la cocina. Los platos  que se usaron , así como la cesta de pan, estaban apilados a  un lado de la mesa esperando a ser levantados. Sólo quedaban las tazas con café a medio consumir  y  la jarra  con  mas café caliente.  Había silencio  los leves rumores de las hojas al dar la vuelta o el lápiz al arrastrarse sobre el papel o  los sorbos  del café caliente,  acentuaban  la concentración  que cada uno ponía en su actividad.   
Como siempre,  Pablo paseó su mirada de manera rápida, casi únicamente resbalando por los titulares de la primera sección de noticias, frunció el ceño y, distraído, tomó  de la cesta de pan  un polvorón de cacahuate. Después de la primera mordida lo miró  y bajando el periódico se acercó la taza a los labios  bebiendo  un pequeño trago de café.  Retomó   la lectura con  la sección  de sociales y alzando una ceja, con expresión sorprendida, meneó la cabeza en señal de desaprobación. No hablaba, no hacía comentarios, apenas leía los titulares  y se fijaba únicamente en los nombres que le eran familiares, no demasiados o en los eventos culturales de la noche anterior. Al intentar comentarlo con Lucrecia,  se dio cuenta que ella... ya no estaba.  Un tanto sorprendido miró en derredor, pero ella no se encontraba ahí. En fin, lo comentaría más tarde.
Más relajado mordió el polvorón de cacahuate y retomó la lectura, pero ésta vez  con  avidez o tal vez con perversidad  malsana, él sabía lo que le interesaba:  llegar a la nota roja. Al abrirla, en un titular a cuatro columnas, a media página  ASESINATO PASIONAL . El periodista narraba el hecho: Un hombre de alrededor de 45 años había sido asfixiado, en su domicilio ,mientras desayunaba. El asesino había entrado sin ser notado, no había señales de lucha, ni estaban forzadas las cerraduras. Su esposa no se encontraba cuando el hecho sucedió. Pero aparentemente era alguien conocido, dado que había llegado hasta muy cerca de la víctima sin causarle alarma . Se especulaba sobre la esposa, los vecinos describían que un hombre la visitaba mientras el hoy occiso no se encontraba.  Se detiene en la lectura y apura otra mordida al polvorón con un poco más de café, hay algunos aspectos que le  llaman la atención de la narración - se asfixió con  un bocado de pan, sospechan del amante de la esposa, que resulta ser un muy buen amigo del muerto.  Le  indigna y cuando  retoma  la lectura, siente una mano en la espalda y  escucha aterrado: ¡hola Pablo!,  ¿cómo estás?  se atraganta y tose con desesperación, no logra ver al que le habla, pero su voz  es  la de Beto su mejor amigo que, con una amplia sonrisa, lo saluda efusivamente. 

1 comentario:

  1. Rosa: !Felicidades! La narración cautiva y tiene un final divertido. Atragantarse con una galleta es un evento vergonzoso y chistoso.

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