Sábado ajetreado
Sexta paradaRGRZ
Como todas
las mañanas, Pablo leía el periódico. Era sábado y
Lucrecia elaboraba la lista de pendientes que tendría para la próxima
semana. La mesa en que tomaban el
desayuno era pequeña con sólo dos
sillas, tenía un mantel de algodón a
grandes cuadros de colores que añadían
luz a la pequeña estancia aneja a
la cocina. Los platos que se usaron ,
así como la cesta de pan, estaban apilados a
un lado de la mesa esperando a ser levantados. Sólo quedaban las tazas
con café a medio consumir y la jarra
con mas café caliente. Había silencio
los leves rumores de las hojas al dar la vuelta o el lápiz al
arrastrarse sobre el papel o los sorbos del café caliente, acentuaban
la concentración que cada uno
ponía en su actividad.
Como siempre, Pablo paseó su mirada de manera rápida, casi
únicamente resbalando por los titulares de la primera sección de noticias,
frunció el ceño y, distraído, tomó de la
cesta de pan un polvorón de cacahuate. Después
de la primera mordida lo miró y bajando
el periódico se acercó la taza a los labios
bebiendo un pequeño trago de
café. Retomó la lectura
con la sección de sociales y alzando una ceja, con expresión
sorprendida, meneó la cabeza en señal de desaprobación. No hablaba, no hacía
comentarios, apenas leía los titulares y
se fijaba únicamente en los nombres que le eran familiares, no demasiados o en
los eventos culturales de la noche anterior. Al intentar comentarlo con
Lucrecia, se dio cuenta que ella... ya
no estaba. Un tanto sorprendido miró en
derredor, pero ella no se encontraba ahí. En fin, lo comentaría más tarde.
Más relajado
mordió el polvorón de cacahuate y retomó la lectura, pero ésta vez con
avidez o tal vez con perversidad malsana, él sabía lo que le interesaba: llegar a la nota roja. Al abrirla, en un
titular a cuatro columnas, a media página ASESINATO PASIONAL . El periodista narraba el
hecho: Un hombre de alrededor de 45 años había sido asfixiado, en su domicilio ,mientras
desayunaba. El asesino había entrado sin ser notado, no había señales de lucha,
ni estaban forzadas las cerraduras. Su esposa no se encontraba cuando el hecho
sucedió. Pero aparentemente era alguien conocido, dado que había llegado hasta
muy cerca de la víctima sin causarle alarma . Se especulaba sobre la esposa,
los vecinos describían que un hombre la visitaba mientras el hoy occiso no se
encontraba. Se detiene en la lectura
y apura otra mordida al polvorón con un poco más de café, hay algunos aspectos
que le llaman la atención de la
narración - se asfixió con un bocado de pan, sospechan del amante de la
esposa, que resulta ser un muy buen amigo del muerto. Le
indigna y cuando retoma la lectura, siente una mano en la espalda
y escucha aterrado: ¡hola Pablo!, ¿cómo estás? se atraganta y tose con desesperación, no
logra ver al que le habla, pero su voz
es la de Beto su mejor amigo que,
con una amplia sonrisa, lo saluda efusivamente.
Rosa: !Felicidades! La narración cautiva y tiene un final divertido. Atragantarse con una galleta es un evento vergonzoso y chistoso.
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