Hice mi reflexión acerca de lo que debo sacar de la canasta. Saqué muchas conclusiones de todo lo que hemos hablado durante las sesiones del seminario y se me ocurrió formularlas como mandamientos. A ver si funcionan, porque aprendí y divertí mucho haciéndolos.
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mandamientos para el profesor de literatura
1. Amarás tu profesión como a ti mismo. Si tu deseo
y objetivo más importante no es enseñar literatura, no lo hagas.
La vocación es fundamental para ejercer cualquier carrera. Ser profesor se
parece a ser médico, pues tenemos el futuro de mucha gente entre las manos.
Nosotros podemos hacer que un alumno ame nuestra materia o que quede vacunado
contra ella para siempre. Y no solo eso, recordemos que la Literatura es una
puerta, son muchas puertas hacia mundos, experiencias, personas, reales o
ficticias, que podemos conocer desde nuestro sillón. Cerrar esas puertas es
cerrarnos a infinitas posibilidades de vida. El primer paso es amar y disfrutar
lo que hacemos para transmitirlo. Hay que reflexionar si realmente estamos
donde queremos, pues el disfrute o frustración del maestro será directamente
proporcional al aprovechamiento del alumno.
2. Antes que todo, eres humano y puedes equivocarte.
Que esto sea una opción no un pretexto frecuente. Hay que preparar la
clase y resolver nuestras propias dudas antes de abordar un tema.
Si bien no podemos saberlo todo ni sabemos qué pregunta se les va a
ocurrir a los alumnos, es necesario estar preparados y no dar por hecho que ya
sabemos la totalidad del tema que supuestamente vamos a enseñar. Una cosa es
reconocer, en un momento dado, que no tenemos una respuesta pero que vamos a
buscarla y otra mandar al alumno a investigar temas que nosotros mismos no
conocemos ni preparamos. A veces, cuando los temas son muchos o muy complejos
nos vemos tentados a recurrir a la famosa exposición
para evitar preparar clases, pero no somos capaces de redondear el tema que
está dando el alumno ni de responder a sus preguntas ni de señalar cuando hay
algún error en la información.
3. No subestimarás las capacidades de tus alumnos.
Cuando uno, como profesor de literatura propone las lecturas para un
ciclo determinado, no falta que algún compañero de área nos diga que no estamos
haciendo una elección adecuada. Se tiene la idea de que hay autores muy
complejos que los alumnos no deben leer porque no los van a entender. Lo primero
que hay que pensar es ¿hay algo
importante que quiero que ellos vean en ese texto?, ¿yo qué entiendo?, ¿puedo
ayudarlos a que comprendan esa parte del texto? La lectura guiada es algo
que pocas veces se practica en la educación de hoy por la “falta de tiempo”.
Debemos pensar qué es más importante: embarrar un poco de todo en los alumnos o
afianzar y profundizar en algunos temas esenciales. Claro, esto requiere
compromiso y trabajo extra de preparación del maestro, trabajo que, por cierto,
no nos pagan. Por eso volvemos al punto número uno: ¿estás en ese trabajo solo
para obtener un sueldo o porque realmente quieres hacer algo por los alumnos,
por la sociedad, por el país? No quiero decir que sea malo que nos paguen, al contrario, pero ¿hacemos un trabajo automáticamente o realmente queremos ir más allá de eso y contribuir en la educación? En mi caso, he leído con mis alumnos del primer
año de bachillerato ensayos de Octavio Paz, y tal vez no hayamos entendido por
completo los conceptos y la filosofía profunda que maneja el autor, pero leerlo
con ellos, comentarlo, enojarnos por nuestra ideología mexicana arraigada, buscar
todo aquello que no comprendíamos, preguntar a otras personas, ver en las caras
de mis alumnos el deseo de mejorar su propia vida y aprendizaje, no tiene
precio. Fue un ejercicio que me llevó semanas, ya no recuerdo cuántas, pero es
de los que más han valido la pena en mi carrera docente. Por supuesto que
seguiré haciéndolo.
4. No reflejarás tu propia apatía en tus alumnos.
Es muy cansado dar cinco (o más) veces al día la misma clase. Más
cansado aún es dar la misma asignatura durante años y años. Uno comienza a
sentirse repetitivo y todo se torna tedioso. Como no todos los profesores
tenemos derecho a tomar años sabáticos tenemos que recurrir a otras
estrategias. Si eres casado, ¿qué haces luego de despertar durante años al lado
de la misma persona? ¿Te aburres y dejas que el tedio y la costumbre se
apoderen de tu relación y la destruyan o buscas actividades diferentes que les
den nuevos bríos a ambas partes? Sin
duda, la segunda opción es más sana para todos. Con los alumnos es igual: hay
que buscar otras formas de enseñar lo mismo. En el caso de la literatura
tenemos ventajas: hay miles de textos en los que podemos explicar muchos temas
diferentes: en estilo, en lenguaje, en retórica, en estructura. Pero hay que
buscar y actualizarse todo el tiempo. La pasión por lo nuevo es nuestra mejor aliada
en este punto.
5. No reflejarás tus deseos ni tus gustos
personales en tus alumnos.
Por un lado, los maestros llegamos con un objetivo al inicio de
cualquier curso. Algunos compañeros me han dicho que su mayor objetivo es que
el alumno aprenda, pero ¿qué queremos que aprenda? En nuestro caso, queremos
que aprenda a leer, a escribir, y lo llenamos de reglas, como si la literatura
fuera un recetario. Es necesario escuchar al grupo al que nos dirigimos y
conocer también sus expectativas de la clase, pues si no, corremos el riesgo de
estar buscando cosas opuestas. A veces, los alumnos tienen el deseo de que
después de cursar la materia de Literatura les guste leer o encuentren un
camino por el cual les sea más sencillo familiarizarse con la lectura. ¿Y qué
hacemos nosotros? Ponerlos a leer La
Iliada completita, para que se frustren porque no entendieron nada. En la
medida de lo posible, podríamos hacer converger nuestros gustos con los de
ellos. A mí me funcionan muy bien artículos que hablen de redes sociales,
futbol, cuentos de terror, para que empiecen a leer. El objetivo no es lograr
que el alumno lea 20 minutos al día, sino que encuentre el gusto por lo que
lee, que lo disfrute, que no lo haga porque tiene que hacerlo, que encuentre su
propio camino.
6. No te pelearás con las nuevas tecnologías de
información, sino que las harás tus aliadas en tanto sea posible.
Por muchas reglas que pongan las escuelas para evitar el uso de
teléfonos celulares, tabletas, etcétera, los alumnos siempre se las ingeniarán
para introducirlos a la escuela y para sacarlos a la hora de clases. Sí,
podemos tomar unos minutos para recoger dichos aparatos y mantenerlos fuera del
alcance de los alumnos, pero también podemos dedicar un día a trabajar con
ellos. Hay muchas formas, muchas aplicaciones que podemos usar, desde
diccionarios hasta juegos. Incluso si les dejamos leer algún cuento que esté en
internet podemos permitir que lo lean en sus tabletas o que hagan sus apuntes
en blocks de notas electrónicos. Es esencial ayudarlos a distinguir cuáles
fuentes en internet son fidedignas y cuáles no. Yo utilizo también el correo
electrónico, los blogs y los grupos
de Facebook para determinados ejercicios. Además, la ventaja es que los autores
de los textos que se comparten en las redes tienen una respuesta casi inmediata
y eso hace posible una opinión más variada en puntos de vista, pues no solo yo
expreso mi opinión, sino todas las personas del grupo.
7. Serás maestro, cuentacuentos, actor, cómico,
artista, lo que sea necesario para que tu mensaje sea claro y agradable.
No tenemos la obligación de hacer circo, maroma y teatro para entretener
a los alumnos, pero sí podemos divertirnos y hacer que ellos se diviertan para
quitarle solemnidad a algunos temas que son áridos, sobre todo los que tienen
que ver con ortografía, sintaxis, etcétera. Hay que inventar juegos y cambiar
estrategias para mantener fresca la lección. Por ejemplo, el juego que nos
propuso la maestra Krauze de convertir las categorías gramaticales en rey, reina,
doncellas y pajecitos. Yo a veces hago juegos en equipo y les pongo un papel a
cada alumno: uno es el sujeto, otro es el verbo, otro el complemento directo y
así sucesivamente. Pongo oraciones en el pizarrón y ellos se acomodan y se
numeran según el lugar en que aparece su elemento. Así van comprendiendo que
hay elementos que pueden cambiar de lugar y no se altera nada, pero hay otros
que se ven muy extraños en un lugar que no es el suyo. En fin, hay tantas
dinámicas como imaginación tenga el maestro.
8. Dejarás las listas de reglas para la escritura en
un baúl y les darás la llave a tus alumnos. Cuando ellos las necesiten, las
encontrarán.
Es inútil empezar por la regla. En general, los alumnos pueden memorizar
las reglas en cinco minutos; el problema es que no tienen idea de cómo
aplicarlas y muchos de ellos no están familiarizados con textos bien escritos.
Si nosotros nos casamos con la idea de que las reglas resolverán todo, estamos
cayendo en un absurdo, pues muchos de nosotros conocemos las reglas, pero
todavía se nos va una que otra falta de ortografía. Entonces, ¿dónde está el
problema?
Me he dado cuenta de que a veces, los alumnos ni siquiera escuchan la
sílaba tónica en las palabras, por ejemplo. Ahí se arruinaron las reglas y ya
no les sirven para nada. Lo mejor es empezar a familiarizarlos con palabras, oraciones,
párrafos, textos con sentido completo y no aislar las palabras ni las grafías.
9. Dirás no a la regurgitación.
O, como diría mi abuela, “no les des todo peladito y en la boca”. Los
alumnos no son tontos. Actualmente, ellos cuentan con muchas fuentes de
información para consultar, incluso a veces muchas más que los profesores. ¿Qué
hacemos nosotros? ¿Qué tenemos nosotros que ellos no tienen? Experiencia, años,
aunque suene muy elemental. Podemos, como yo les digo, “ayudarlos a parir sus ideas”,
pero ideas y conclusiones que ellos mismos saquen respecto de un tema. ¿Cómo?
Dirigiéndolos, cuestionándolos, preguntándoles desde lo más elemental hasta lo
más profundo. Nos sorprenderemos de sus respuestas. Por ejemplo, yo sé qué es
un cuento, pero me es extremadamente difícil definirlo. Conozco muchos cuentos,
así que les propongo leerlos: uno de Poe, uno de Maupassant, uno de Márquez,
uno de Cortázar, uno de Rulfo, uno de Pacheco, etcétera. Hablamos de ellos, de
lo que les gustó y lo que no. A manera de charla, me van hablando de los
personajes, del ambiente, del conflicto. Y al final, entre ellos y yo hacemos una
lluvia de ideas acerca de qué tienen en común esos textos a los que todo el
mundo llama cuentos. Redactamos un
pequeño ensayo y hasta hacemos teoría literaria. Si yo les dijera: “escriban un
ensayo acerca del cuento con sus ejemplos”, sin haber leído y analizado por lo
menos uno, no obtendría resultados. ¿De qué nos sirve que ellos reciten de
memoria las características de los géneros literarios si no les significan
nada?
10. No olvidarás que tú eres el maestro.
Finalmente, hay que recordar que somos una figura de autoridad. Con el
fin de acercar a los alumnos a este mundo maravilloso que es la Literatura, a
veces nos convertimos en el maestro barco,
el buena onda, con el que nada más nos la pasamos platicando.
Y no es que sea malo, pero es necesario ejercer la autoridad, lo cual también
puede hacerse en buena onda. No
olvidemos que quienes evaluamos somos nosotros y que eso también es una gran
responsabilidad. No estamos para cumplir caprichos de nadie. Se aceptan
sugerencias, pero no imposiciones ni berrinches. Por ejemplo, nunca falta el
alumno al que le gusta leer, pero no hace las lecturas que se dejan para la clase
sino que anda entretenido con la zaga de moda. Al final, vendrá a llorar y a
decir él lee, pero que el profesor debe entender su espíritu rebelde de no leer
lo que le imponen. Si nuestro objetivo es que lean, ¿diremos que él tiene razón
porque ya se cumplió la meta? ¿Queremos que lea sin que nos importe qué? Creo
que no, pues además de enseñar Literatura, nosotros estamos participando en la
formación personal, humana de ese alumno y si nos rendimos ante sus argumentos,
estaremos dándole una lección dañina para él: haz lo que te dé la gana y luego
lo resuelves rogando y llorando. Seamos congruentes, porque esa es una de las
bases que está perdiendo nuestra educación.
11. Respetarás a tu alumno.
No exhibas los errores del alumno; antes bien, ayúdalo a corregirlos. No
lo obligues a leer sus textos en público si él no quiere. No olvides que estás
tratando con personas, que tienen sentimientos y que, sobre todo en las etapas
de la adolescencia, ellos están formando su carácter. Cualquier comentario, por
insignificante que parezca, puede repercutir en su personalidad. No lo ofendas,
no lo humilles, y sé recíproco. Si quieres respeto, respétalos. Si quieres que
todos compartan sus escritos, comparte también los tuyos. Si quieres que no
cometan faltas de ortografía, no las cometas tú. Si quieres que estudien y
corrijan sus errores, corrige también los tuyos. Si quieres ayudar en su
formación y que sean mejores personas en la sociedad, empieza por ser un buen
maestro para ellos.
Hola Paty, me encantaron tus mandamientos, creo que retoman acertadamente todo lo que la Dra. Ethel nos compartió en el curso. Gracias por deleitarnos con tus escritos.
ResponderEliminarTus mandamientos son estupendos, debes publicarlos y compartirlos con otros maestros y con tus alumnos, ¿qué te parece esto? Pero, aunque algunas cosas están implícitas en estos mandamientos, me gustaría que no dejaras de hacer la lista de aquello que vas a "sacar" o sea, a "quitar" de tu canasta
ResponderEliminarEstán muy adecuados a los que nos dedicamos a la literatura como enseñanza
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