Práctica docente de Hernán Cortés
Voy a describir enseguida una experiencia de enseñanza y
aprendizaje con los jóvenes de preparatoria. Presenté a los alumnos un
fragmento de la novela “El Zarco” de Ignacio Manuel Altamirano. Leyeron un capítulo
que se titula “Yautepec”. Después que guardaron el texto les indiqué que haría un dictado. Leí el párrafo y ellos
lo escribieron. Luego ellos me devolvieron su escrito y lo intercambiaron con
los demás compañeros. Les pedí que lo
revisaran y lo compararan con el texto original que habían leído. Se
sorprendieron al estar revisando la ortografía de su compañero; mientras que para mí ha sido el pan de cada día. El fragmento que
les dicté fue el siguiente:
“Un río apacible de
linfas transparentes y serenas que no es impetuoso más que en las crecientes
del tiempo de lluvias, divide el pueblo y el bosque, atravesando la plaza,
lamiendo dulcemente aquellos cármenes y dejándose robar sus aguas por numerosos
apantles que las dispersan en todas direcciones. Ese río es verdaderamente el
dios fecundador de la comarca y el padre de los dulces frutos que nos
refrescan, durante los calores del estío, y que alegran las fiestas populares
en México en todo el año.”
Creo que yo leí correctamente el texto al dictarlo.
Sin embargo, me sorprendí al ver que varios jóvenes escribieron una palabra
distinta a la que yo había dicho. Se trata de la palabra “apantle”. Yo leí así
la palabra, pero los jóvenes escribieron “apancle”. Luego les comenté que es común en Morelos hablar de esa forma.
Les dije que ellos habían guardado en su memoria auditiva la palabra –como la
pronuncian en su comunidad- y así la habían escrito, pero la palabra correcta
era “apantle” con t. Otros escribieron “lambiendo” en lugar de lamiendo. Lambiendo
es una forma en desuso, es una palabra antigua. Supuse que en la comunidad se
sigue usando la antigua palabra. Llego a concluir que a la hora de escribir nos
remitimos con frecuencia a las palabras que están en nuestra memoria auditiva,
aunque no sean ortograficamente correctas, y así las escribimos. En Hueyapan
hay mujeres que venden “alcartaces”-como ellos le llaman-, en lugar de
llamarles alcatraces. Esas palabras que se repiten y las escuchan las
generaciones más jóvenes, luego las escriben del mismo modo que las escucharon.
En un pueblo donde predomina la cultura
oral, la escritura toma la misma forma que la pronunciación, aunque sea ortográfica mente incorrecta. Conviene-les reiteré a los jóvenes- que incrementemos la memoria
visual al leer más textos. A mayor lectura habrá mayor memoria visual y, por lo tanto, menos
faltas ortográficas. A menor lectura habrá menor memoria visual y, por lo
tanto, mayor número de faltas ortográficas. El desafío es incrementar la
memoria visual de los jóvenes, proponiendo lecturas constantemente, y de esa
forma reducir su dependencia de la memoria auditiva, que es la que ha
predominado en un pueblo con una cultura oral.
Muy interesante tu experiencia y descubrimiento. Vale la pena acotar que en ciertas palabras como apantle oo apancle el fenómeno ocurre porque tienen origen náhuatl, y el fonema no existe en español: a veces se traduce como tl o a veces como cl; es más "culto" el tl porque a los españoles se les dificulta el cl, pero es más autóctono y cercano al original el cl. En este caso, como en los otros que pones, hay que situar o contextualizar lo que llamamos "correcto" o "incorrecto". Que no parezca que la forma oral de los pueblos es "incorrecta" o deficiente. Son regionalismos perfectamente válidos. Sin embargo, en la lengua escrita, salvo que haya motivos antropológicos o sociológicos, se asumen las formas más generales para que socialice mejor entre todas las comunidades hablantes de un mismo idioma.
ResponderEliminarExcelente texto, permite trabajar las descripciones y observar la pronunciación
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