martes, 28 de octubre de 2014

Práctica docente de Hernán Cortés

 Voy a describir enseguida una experiencia de enseñanza y aprendizaje con los jóvenes de preparatoria. Presenté a los alumnos un fragmento de la novela “El Zarco” de Ignacio Manuel Altamirano. Leyeron un capítulo que se titula “Yautepec”. Después que guardaron el texto les indiqué  que haría un dictado. Leí el párrafo y ellos lo escribieron. Luego ellos me devolvieron su escrito y lo intercambiaron con los demás compañeros. Les pedí  que lo revisaran y lo compararan con el texto original que habían leído. Se sorprendieron al estar revisando la ortografía de su compañero;  mientras que para mí  ha sido el pan de cada día. El fragmento que les dicté fue el siguiente:

“Un río apacible de linfas transparentes y serenas que no es impetuoso más que en las crecientes del tiempo de lluvias, divide el pueblo y el bosque, atravesando la plaza, lamiendo dulcemente aquellos cármenes y dejándose robar sus aguas por numerosos apantles que las dispersan en todas direcciones. Ese río es verdaderamente el dios fecundador de la comarca y el padre de los dulces frutos que nos refrescan, durante los calores del estío, y que alegran las fiestas populares en México en todo el año.”

    Creo que yo leí correctamente el texto al dictarlo. Sin embargo, me sorprendí al ver que varios jóvenes escribieron una palabra distinta a la que yo había dicho. Se trata de la palabra “apantle”. Yo leí así la palabra, pero los jóvenes escribieron “apancle”. Luego les comenté  que es común en Morelos hablar de esa forma. Les dije que ellos habían guardado en su memoria auditiva la palabra –como la pronuncian en su comunidad- y así la habían escrito, pero la palabra correcta era “apantle” con t. Otros escribieron “lambiendo” en lugar de lamiendo. Lambiendo es una forma en desuso, es una palabra antigua. Supuse que en la comunidad se sigue usando la antigua palabra. Llego a concluir que a la hora de escribir nos remitimos con frecuencia a las palabras que están en nuestra memoria auditiva, aunque no sean ortograficamente correctas, y así las escribimos. En Hueyapan hay mujeres que venden “alcartaces”-como ellos le llaman-, en lugar de llamarles alcatraces. Esas palabras que se repiten y las escuchan las generaciones más jóvenes, luego las escriben del mismo modo que las escucharon.


   En un pueblo donde predomina la cultura oral, la escritura toma la misma forma que la pronunciación, aunque sea ortográfica mente incorrecta. Conviene-les reiteré a los jóvenes- que incrementemos la memoria visual al leer más textos. A mayor lectura habrá  mayor memoria visual y, por lo tanto, menos faltas ortográficas. A menor lectura habrá menor memoria visual y, por lo tanto, mayor número de faltas ortográficas. El desafío es incrementar la memoria visual de los jóvenes, proponiendo lecturas constantemente, y de esa forma reducir su dependencia de la memoria auditiva, que es la que ha predominado en un pueblo con una cultura oral.

2 comentarios:

  1. Muy interesante tu experiencia y descubrimiento. Vale la pena acotar que en ciertas palabras como apantle oo apancle el fenómeno ocurre porque tienen origen náhuatl, y el fonema no existe en español: a veces se traduce como tl o a veces como cl; es más "culto" el tl porque a los españoles se les dificulta el cl, pero es más autóctono y cercano al original el cl. En este caso, como en los otros que pones, hay que situar o contextualizar lo que llamamos "correcto" o "incorrecto". Que no parezca que la forma oral de los pueblos es "incorrecta" o deficiente. Son regionalismos perfectamente válidos. Sin embargo, en la lengua escrita, salvo que haya motivos antropológicos o sociológicos, se asumen las formas más generales para que socialice mejor entre todas las comunidades hablantes de un mismo idioma.

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  2. Excelente texto, permite trabajar las descripciones y observar la pronunciación

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