Práctica con alumnos de preparatoria
Aproveché que acababa de aplicar un examen de acentuación (con reglas
y todo). En ese examen puse un párrafo al cual ellos debían colocar los acentos
correspondientes. La mayoría lo tuvo mal palabras. Yo no había caído en la
cuenta de que les estaba pidiendo que colocaran solo un signo, y que para ellos
ese signo resulta ajeno a las palabras. Fuera de enseñarles a acentuar
correctamente, les estaba enseñando a separar la tilde de la letra y de la
palabra.
En
la corrección del examen les dije que nos tardaríamos más que lo acostumbrado,
pero que experimentaríamos una forma diferente de aprender (ellos y yo). Cada uno
de ellos pasó al pizarrón a escribir cada una de las oraciones de las cuales se
componía el párrafo. Una vez que terminaba cada alumno, los ponía a leer a
todos en coro. Cuando llegaban a una palabra, cuyo acento no era correcto, le
decía. ¡Alto, ahí no dice eso! E íbamos corrigiendo entre todos. Una vez que el
párrafo estuvo correcto, les dije que lo copiaran palabra por palabra. Me tomé
el tiempo de ir pasando a sus lugares a revisar. Les decía que pusieran
atención en todo lo que componía cada palabra, lo cual ya estaba en el
pizarrón. No faltó quien volvió a cometer los mismos errores. Les pedí que
intercambiaran los cuadernos y que revisaran, palabra por palabra, lo que sus
compañeros habían escrito. Posteriormente, les señalarían amablemente las
palabras que estaban mal escritas pero no les harían ninguna corrección. Al
devolver el cuaderno a los dueños, ellos debían copiar nuevamente el párrafo
completo, tratando de corregir sus errores.
En
general, la segunda vez que copiaron se erradicaron los errores. Les dije que
leyeran una vez más, para sí, el párrafo que habían escrito, el que ya estaba
correcto y que buscaran en el diccionario todas las palabras que no entendían.
El
siguiente día les dije que aquellas palabras, cuya definición habían buscado
las utilizaran en una oración. Volvieron a leer el párrafo. Antes de terminar
la clase. Les dije que les haría un dictado de oraciones, el cual preparé con
palabras que estaban en el texto.
Al
calificar me di cuenta de que los resultados fueron buenos. La mayoría obtuvo 7
u 8, aciertos de 10, calificaciones que no habían obtenido en ningún otro
ejercicio. Creo que se familiarizaron con nuevas palabras, pues están
acostumbrados a ver todo mal escrito. Su primera referencia de texto son las
redes sociales.
Al
día siguiente repetí el ejercicio, ahora con un párrafo más corto que ya habíamos
utilizado otro día para practicar los usos de la b y v. Hoy les dije que
ellos construyeran oraciones utilizando palabras de ambos textos, para que no
olviden el de la semana anterior. A muchos les fue muy bien. Todos presentaron
algún error, pero ahora yo solo les señalaba la oración que tenía el error y
les decía que buscaran en su texto, el que estaba correcto cómo se escribía.
Ellos solos podían hacer sus correcciones.
Mañana
les haré el dictado con oraciones en las que se mezclen palabras de ambos
textos. A ver cómo nos va. Le cuento el miércoles.
Primera conclusión: uno de los
problemas mayores que observé fue la falta de atención de los alumnos a lo que
están haciendo, incluso cuando copian algo. Se distraen fácilmente y eso hace
que no completen las ideas ni las palabras. El martes pasado, después de mi clase
tenían un receso de 20 minutos que aprovechan siempre para comer. Estaban a la
mitad de la segunda copia del texto cuando sonó el timbre. Me dijeron que si
podían salir al descanso. Les dije: “Sí, pueden, pero si interrumpen su párrafo
ahora, el ejercicio quedará incompleto y habremos perdido una hora de nuestro
tiempo. Ustedes decídanlo”. Se quedaron sin replicar. Al final, les di cinco
minutos más después del toque para que terminaran sus alimentos y regresaron a
la clase con más ganas. ¡Eso fue revelador para mí!