domingo, 7 de junio de 2015

TRABAJO FINAL (Patricia)

Trabajo final: La canasta básica del profesor de Literatura II
Patricia Suárez

PRIMER PUERTO
El día 4 de febrero comencé el semestre de Literatura II con alumnos de preparatoria. Ya había planeado la clase a finales del semestre pasado, pero hice una modificación. La idea original era solamente leerles un poema, “Horal” de Jaime Sabines, y que ellos escribieran la letra de una canción de su agrado para que vieran que están más cerca de la poesía de lo que creen. 
El cambio fue que elegí una canción que a mí me gusta mucho de Miguel Bosé, “Aire soy”. Recientemente salió una nueva versión en la que él canta con Ximena Sariñana.
Cuando llegué, les dije que acomodaran las sillas en círculo. Una vez que estuvieron así. Les repartí una copia de la canción y les dije que la leyeran en voz baja. Luego les pregunté que quién conocía la canción. La mayoría levantó la mano, excepto dos niñas. Le pedí a una de las que no la conocía, Wendolin, que la leyera. Se dieron cuenta de que aunque ella la estuviera leyendo, tenían el ritmo en la mente.
Posteriormente, todos la cantamos. Partí de que nos gustaba y les pregunté si sentían bonito al escucharla. Dijeron que sí. Les pregunté entonces: “¿Qué dice la canción?”. Nadie respondió. La desmenuzamos verso por verso y fuimos platicando acerca de cada uno. Puedo decir que les dimos significado real a las palabras, pero no un solo significado, pues todos aportaban ideas y todas eran bienvenidas. Volvimos a cantar la canción y Jazmín dijo: “Ya es diferente porque ahora ya sé qué dice”.
Luego, alguien más leyó, “Horal”. Yo ya lo había escrito en el pizarrón mientras ellos leían la canción. Igualmente les pregunté si sentían bonito al escucharlo. Dijeron que sí. Pregunté de nuevo: “Y, ¿qué dice?”. Hubo silencio absoluto. Fuimos platicando de cada verso y volvimos a leerlo. Aun así, no lograban entender la última estrofa, pero sabían que se escuchaba bien y que los hacía sentir algo.
Entonces pregunté: “¿A quién le gusta la poesía?”. Solo se levantaron cuatro o cinco manos. Pregunté: “¿A quién le gusta la música?”. Todos levantaron la mano. Les dije: “Acabo de demostrarles que la música y la poesía son lo mismo”. La poesía también tiene ritmo, tiene melodía, nos hace acomodar las palabras para suenen mejor, podemos cantarla, nos hace sentir bonito y cuando la analizamos y la entendemos la disfrutamos más.
Finalmente les pregunté ¿qué les había parecido la primera clase? Dijeron varias cosas: divertida, interesante, diferente, etcétera, pero lo que me hizo sentir mejor fue lo que dijo una de las alumnas, Vera Manzano. “No esperaba esto, pero como ya la conozco, sabía que la clase no iba a ser como las demás, que no iba a llegar a leernos el reglamento ni la forma de trabajo ni nada de eso. Sabía que iba a ser diferente y que iba a pasar algo”.
Eso me hizo sentir bien, porque quiere decir que, aunque a veces me desespero y quiero tirar la toalla, he logrado que me vean de otra forma y que aprendan Literatura de una manera más agradable. Me encantó pensar que ellos esperan mi clase porque será algo diferente en el día. Ya nada más por eso me dan ganas de ir a trabajar.
Así entramos a un tema que en años anteriores no me gustaba dar porque yo misma no sabía bien cómo abordarlo. Bajé a la poesía del pedestal en que la tenía y la comparé con algo que fuera cercano para ellos, pero que también me gustara a mí. Así, sé que me será más fácil explicar la métrica y la retórica. Podremos ver varios textos y trataré de que sean disfrutables para mí y para ellos. Sigo teniéndole mucho respeto a la poesía, pero ahora me voy a permitir explorar otros caminos junto con mis alumnos para acercarnos de la mano a este mundo maravilloso de los versos.  

SEGUNDO PUERTO
Práctica en clase (alumnos de sexto semestre Metodología de Investigación)
Utilicé el ejercicio que la doctora Ethel hizo con Karla. Lo probé con los alumnos de sexto, a quienes les doy Metodología de Investigación. Estamos haciendo comprensión de lectura de artículos de revistas. Elegí uno que me gusta mucho y que ya he trabajado con otros grupos, “El cerebro en llamas y el paso del tiempo” de José Gordon. Es un artículo muy interesante porque mezcla maravillosamente, la ciencia, las anécdotas personales del autor y finalmente hace reflexionar al lector. Leímos en voz alta el texto (un alumno por párrafo). Una vez que terminamos les pregunté de qué había tratado y me dijeron que de un experimento científico en el que se mostraba el efecto “bicho raro” en el cerebro.
Mientras pensaba en el pretexto perfecto para hacer salir a un alumno llegó uno de ellos, muy tarde por cierto. Tímidamente pidió permiso para entrar y le dije que podía hacerlo, pero no sin antes decirme qué había visto en su camino desde la puerta de la entrada hasta el salón. Él comenzó la descripción y al final admitió que solo había visto como un 20 por ciento. Volví a enviarlo y cuando regresó, le pregunté quién estaba en la dirección. Respondió bien, así que le pregunté qué traía puesto la secretaria académica (maestra Reyna). Luego de que la describió, le pedí a la maestra que viniera y fuimos revisando prenda por prenda.
Finalmente, les dije que así estábamos acostumbrados a leer y a vivir (de hecho el artículo también hablaba un poco de esto), que no observábamos lo que ya nos parecía cotidiano y que pasábamos de largo por el mundo. Volvimos a leer el artículo y entonces vieron mucho más de lo que habían visto. Ya me hablaron del ejemplo que dio el autor en el que hablaba de algo que le había pasado, de los datos personales del científico al que mencionaba. Pero todavía necesitamos otra lectura para que me hablaran de la reflexión final que el autor dirigía al lector.
Luego de hablar de todo lo que habían visto en el texto, les pedí que ahora sí buscáramos ideas principales y secundarias, ya como actividad de la clase. El resultado fue mucho mejor que en una ocasión anterior en que lo había intentado. Ellos deben hacer una investigación documental para esta materia, por lo que deberán leer mucho y elaborar fichas de resumen, de citas textuales, de paráfrasis, de comentarios, etcétera. Entonces llegamos juntos a varios puntos que les servirán a lo largo de su trabajo (y de su vida, ¿por qué no?).
1)              Hay que disponer de bastante tiempo para leer, para disfrutar y detenerse en los detalles.
2)              Habrá que leer por lo menos dos o tres veces el mismo artículo para entender cada vez mejor. NUNCA será suficiente una sola lectura.
3)              No pueden quedarse con dudas acerca de vocabulario ni de datos históricos o científicos. Una sola lectura los llevará a varias búsquedas complementarias.
4)              Hay que disfrutar de cada palabra y de cada anécdota que escriba el autor, pues no son gratuitas y las puso ahí PARA algo.   
Fue una muy grata experiencia porque vi en los alumnos una cierta emoción por haber entendido. Es un grupo al que han tipificado porque siempre salen mal en las pruebas ENLACE de comprensión de lectura. Quizá nosotros, como maestros no habíamos encontrado la manera de ayudarlos a entender.

Les dejo el enlace del artículo, porque para bachillerato lo que escribe José Gordon siempre es una maravilla, y a los alumnos les encanta. http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/articulo.php?publicacion=9&art=86&sec=Columnistas

TERCER PUERTO (Corregido)
Seguimos con la poesía…
Aprendizaje distribuido individual
Basándome en la forma en que trabajamos en un seminario de Proceso Creativo en la Poesía con la  doctora Krauze, les pediré a los alumnos que traigan un poema o la letra de una canción que les guste mucho. No habrá más indicación que esa.
Los poemas y canciones se leerán en clase y habrá una charla entre todos los compañeros acerca de por qué les gusto su texto y qué emociones les genera, si alguien más lo conoce, qué les recuerda, etcétera. Es evidente que las emociones están involucradas y que hay algo de experiencia y vivencial en los textos, de manera que se les pedirá que en un texto expresen aquello que dice su texto, pero con palabras propias, con palabras que ellos mismos utilizarían.
Es un ejercicio abierto en el que cada alumno podrá practicar los versos, la rima, los recursos retóricos, aún sin saber que lo están haciendo.
Al final habrá una sesión en la que se leerán en voz alta aquellos textos de los alumnos que lo deseen. Habrá también una ronda de sugerencias entre ellos: por ejemplo, se sugerirán palabras que se adecuen más a la rima y se platicará sobre el fondo y la forma de los textos para mejorarlos y pulirlos. La profesora también participará en esta ronda de comentarios.
Luego se planeará una sesión en la que los poemas se compartan con más alumnos de la comunidad escolar y con profesores y padres. Para legitimar el trabajo creativo de los alumnos.

CUARTO PUERTO
Espacios en los que aprendo…
En casa: estudio con escritorio, libros, Internet, baño, ventanas a través de las cuales se ve el jardín, la huerta y el mariposario. Sala con ventanales también. Quizás el aprendizaje funciona porque no hay distractores y es un lugar cómodo y bonito, decorado a mi gusto.
En el CIDHEM: salones amplios con mesas dispuestas para seminarios (donde todos estamos alrededor) No hay muchas ventanas ni paisajes. En algunos salones hace mucho calor.

Espacios en los que enseño…
Preparatoria Centro Iberoamericano Cuautla. Es una prepa muy pequeña. Solo hay tres aulas, una para cada grado. Hay una biblioteca pequeña que a veces utilizamos, unas mesas que hacen las veces de cafetería y un patio en el que hacemos algunas actividades al aire libre. No es recomendable hacer actividades ruidosas porque se escucha todo en los otros salones. A uno de los salones le dicen “la pecera” porque no tiene paredes, solo ventanas, y es muy caluroso. Estamos acostumbrados al modelo jerárquico, en cuanto al espacio, porque es difícil hacer cambios en salones tan reducidos. Pero hay que idear la forma y utilizar los pocos espacios alternativos con los que sí contamos. Además se puede incluir lo que tengo en mi espacio de aprendizaje: la comodidad y el gusto de cada alumno. Empecé a comprender que debe ser muy tedioso estar encerrado en ese lugarcito por tantas horas. ¡Y todavía los regañamos si no se sientan bien, si comen un dulce, si quieren estirar las piernas o salir al baño!
Intenté poner en práctica el modelo de aprendizaje colectivo distributivo. Aunque no fue con el grupo al que le imparto Literatura, quise hacerlo con un grupo con el que creí que podía funcionar debido a la actividad que estamos haciendo. Fue con el grupo de sexto semestre, en la materia de Metodología de Investigación.
Hace poco más de un mes, ellos comenzaron a hacer un trabajo de investigación. Yo no les doy los temas, sino que les digo que ellos deben elegirlo porque es algo que debe mantenerlos apasionados por un largo tiempo. Uno de los fundamentos es que el tema debe ser algo de lo cual ya tengan algún conocimiento previo, aunque sea muy básico, pero de lo cual quieran saber más. Además, ellos deben presentar una exposición al final para sus compañeros; por eso les dije que debía ser algo que quisieran compartir con todos nosotros. No restrinjo, aunque sean temas que yo no conozca mucho, pues yo podré ir descubriendo el conocimiento junto con ellos. Partí entonces, de algo que ellos ya conocían y que les gustaba.
                                                           
Dinámica de aprendizaje colectivo-distribuido.
Primer paso: plantear la actividad. Les dije que íbamos a platicar de lo que habían avanzado de sus temas.
Segundo paso: cambio de lugar. Saqué a los alumnos de la pecera y les dije que eligieran un lugar ameno donde pudiéramos conversar todos. Fuimos al patio, aprovechando que el cielo estaba nublado, y el clima, fresco.
Tercer paso: No había. Yo estaba abierta a lo que podía pasar. Entonces dije una vez más que quería que me hablaran de sus avances, de sus descubrimientos de esta última semana y que los compartieran para todos. “¿Pero quién va a empezar?”, dijo Paulina. “Esto va a ser un relajo porque todos queremos hablar”, dijo Yéssica. “Bueno, propongamos una manera de hacerlo ordenado”, dije yo. Tania tuvo la idea de que cada quien escribiera en un papel su tema y los revolviéramos, y los sacáramos al azar. Así lo hicimos.
Cuarto paso: todos escribieron su tema y los revolvimos. Fuimos sacando uno por uno y comenzamos con la actividad.
DESCUBRIMIENTO: Aquí empezó mi sorpresa. No sabía bien hacia dónde iba la actividad, pero quería hacer este ejercicio de soltar el control. Así, empecé a ver que no hablaba solo la persona que estaba platicando acerca de su tema, sino que otros compañeros le sugerían libros, o documentales o películas que habían visto y que podían ayudar al tema del compañero. También surgieron dudas de conceptos que al autor del tema le parecían básicos. En esos momentos intervenía yo para decirle al alumno que tal vez podría agregar en su trabajo ciertas definiciones o trabajar sobre esas dudas que le habían planteado para que su tema quedara más claro.
Es increíble lo que uno puede saber de los alumnos en este tipo de conversaciones. Yo nunca pensé que ellos supieran tanto acerca de la Segunda Guerra Mundial y la carrera armamentista o de La Guerra Fría. Fue enriquecedor no solo para mí sino para ellos, porque, como ya lo mencioné antes, los demás también aportaron datos o sugerencias que en otro contexto no hubieran ni siquiera mencionado.
            No sé si este entendí bien el aprendizaje colectivo distributivo o si lo apliqué bien, pero sí descubrí que mis alumnos tienen muchas inquietudes y conocimientos que yo no me imaginaba y, a partir de hoy, comencé a verlos de otra forma. Creo que esto me permitirá salir de lo convencional con todos los grupos, no solo con este.

QUINTO PUERTO
Seis meses de beca teatral
Pensándolo bien… No es necesario planear tanto porque ya he andado una parte del camino. Tengo un pequeño grupo de teatro con mis alumnos de prepa, que se llama Sombras para Armar y que se formó como una actividad aparte de la escuela.
Con ellos hemos hecho varias obras, pero en este momento tenemos en repertorio tres: La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca; Chippendale de Ricardo Garibay, y El tercer Fausto de Salvador Novo. También pertenezco a una compañía de la Casa de Cultura de Cuautla (en la que también imparto el Taller de Teatro); en ella estamos montando El árbol de Elena Garro.
Hace unas semanas llevamos La casa de Bernarda Alba a una escuela, a la que nos invitó mi compañero Hernán Cortés: el Colegio de Bachilleres de Hueyapan, Morelos. Tuvimos una experiencia maravillosa, al presentarnos ante unos alumnos ávidos de cultura y de teatro. Todos estábamos muy emocionados, tanto las actrices como los espectadores. Hubo risas, lágrimas, abrazos, fotos y todo. Ese día fue inolvidable y si tuviera seis meses libres de todo, eso haría: llevar el teatro a los jóvenes de esas comunidades del país que no pueden o no tienen los medios para asistir a las funciones en otros lugares. El ver y sentir las emociones de “mis muchachas” y las de los jóvenes estudiantes de Hernán fue algo que me movió mucho por dentro y quisiera compartirlo. Sobre todo porque nuestra actividad no se trata de llevar alguna obra de teatro cualquiera a las escuelas, sino que parto de la idea de hacer teatro con adolescentes, que no son actores, pero que se dan la oportunidad de subirse al escenario para expresar lo que sienten. Además, los verán jóvenes como ellos, y esos espectadores verán que si quieren, ellos también pueden hacerlo.
Primer mes: Preparar carpetas de presentación de La casa de Bernarda Alba para ofrecerla en escuelas. (Ya se presentó la carpeta en UNILA, Cuautla). Ensayos de El árbol. Hacer una lista de posibles escuelas para ofrecer las obras.
*Preparar carpetas de presentación de Chippendale y El tercer Fausto para foros pequeños y espacios al aire libre, pues estas obras sí se prestan para más público. Además comenzar presentaciones de El árbol con la Compañía de la Casa de Cultura de Cuautla.
 Segundo mes: Comenzar el montaje de una obra que yo escribí hace tiempo y que habla de la violencia en el noviazgo. Se llama Lo hago porque te quiero. Esto llevará un par de meses por lo menos. Será el tiempo en que ofrezcamos las otras obras en diferentes lugares y demos funciones.
Tercer mes: Mientras doy funciones en las escuelas que hayan aceptado se ensaya la mía, comenzaré a planear el montaje también de una obra que quiero mucho de mi dramaturgo favorito: Todos eran mis hijos de Arthur Miller. Ya tengo algunas personas que podrán hacer los personajes. Solo es cosa de proponerlo. Esto no es para las escuelas, pero lo haré porque quiero darme el gusto de montarla. Es una de mis metas: poner en escena obras de este autor. También me gustan mucho Panorama desde el puente y Las brujas de Salem.  Pero para empezar está bien esta.
Cuarto mes: ya está lista Lo hago porque te quiero, así que hay que comenzar a ofrecerla en las escuelas en las que ya nos hemos presentado. La estrenaremos en la escuela en la que doy clases: una o dos presentaciones para ir tomando ritmo. Luego la llevamos a la Casa de Cultura de Cuautla, para enfrentarnos al público. Y comenzamos en escuelas. Ya empezamos a ensayar Todos eran mis hijos.
Quinto mes: Ahora damos funciones de cuatro obras diferentes en varias escuelas. ¡Funciones y más funciones! También vamos a festivales de teatro. En Morelos y fuera del estado. Seguimos ensayando Todos eran mis hijos.
*Preparar pruebas y carpetas para solicitar nuestra participación en las Jornadas Alarconianas, el Festival Palafoxiano, y para rematar, el Festival de Teatro Universitario y el Cervantino. Muchos alumnos de escuelas en que nos hemos presentado desean integrarse a nuestra compañía de jóvenes. Todos son bien recibidos. Muchos maestros y directores de escuelas quieren talleres de teatro para sus propios alumnos y maestros. Las compañías, ambas, han crecido mucho, pues todos quieren participar con nosotros...
Sexto mes: entre funciones en escuelas, foros, parques, centros culturales y teatros de varios estados cerraremos con el estreno de Todos eran mis hijos. Se hará en el teatro de la que es ahora mi ciudad y con la que estoy sumamente agradecida porque me ha permitido hacer todo esto y llegar hasta aquí. Estrenamos en el Teatro Narciso Mendoza de la ciudad de Cuautla, Morelos. Invitamos a mucha gente que hemos conocido a lo largo de nuestras giras. Todos están aquí y ¡aplauden, aplauden aplauden! También están mis padres, mi familia, mis amigos. Por si fuera poco, no en la primera fila, sino en la cuarta y en el centro (que es donde están los mejores lugares para apreciar una obra de teatro y la zona que se reserva para la gente especial) están mis compañeros de la maestría y la doctora Ethel Krauze, acompañada de su esposo, su hija y un par de amigas.

SEXTO PUERTO
¿Con qué se come eso del ensayo?
Para mí un ensayo debe partir de la opinión y experiencia de la persona que lo redacta. Durante mi formación aprendí que en un escrito de esta clase debe estar involucrada la vida y la forma en que el autor vive el mundo. Quizás el problema es cuando comienza uno a caer en cuenta de que hay varios tipos de ensayo y que en cada caso (asignatura, profesor, tema) se le pedirá uno distinto.
Por ejemplo, en la licenciatura mis profesores insistían que involucráramos anécdotas propias para utilizar la experiencia, pero también aparato crítico para sustentar nuestro puntos de vista. Algunos profesores, sobre todo al final de la carrera nos pedían ensayos más específicos, y recuerdo que se nos habló del método científico para elaborar el escrito. Es decir: debíamos observar algún problema u objeto de estudio, luego formular una hipótesis, plantear argumentos personales y buscar el sustento teórico de los mismos, experimentar y concluir. En cuanto al proceso de escritura debíamos hacer una lluvia de ideas para relacionar temas que tuvieran algo en común y eliminar los que estaban fuera de contexto; o sea, delimitar el tema. Luego era necesario hacer un esquema con el tema principal, los temas circundantes y comenzar a abordarlos por párrafos, y así sucesivamente. Me parecía como si rellenáramos un formato. No recuerdo haber aprendido lo que era un ensayo literario.
Ya en la maestría me encontré con que debía escribir ensayos académicos en los que mi opinión y mis anécdotas no eran relevante, y que tenía que eliminar el Yo a la hora de redactar.
En fin, relato todo esto porque creo que un ensayo literario está entre estos puntos que acabo de recordar. Supongo que debe tener un tema central del cual se quiera tratar y para eso ayuda la lluvia de ideas y la esquematización. También debe partir de la experiencia propia y puede utilizar la anécdota para ejemplificar o aclarar algún punto de vista, quizás incluso para justificarlo. Creo que debe intercalar los argumentos teóricos y los personales para que unos con otros se complementen y poder llegar a una conclusión. Pero además de todo esto creo que el planteamiento y la misma redacción deben ser cuidadosos y propositivos, puesto que al ser un ensayo literario, el concepto está muy ligado con lo artístico; como lo artístico debe tener técnica, creo que esta radica justamente en la manera de transformar la propuesta en palabras y acomodarlas para que el texto sea armónico y equilibrado.
Por otro lado, con los alumnos procuro no explicar nada de los anterior. No me gusta darles definiciones. Mi forma de proceder es que lean algunos ensayos de diferentes autores y luego analizar entre todos qué tienen en común e ir extrayendo las características. Posteriormente ellos escriben un ensayo y yo los reviso con ellos para “limpiar la técnica” (redacción, ortografía, orden de las ideas, argumentos personales y teóricos, etc.) Como se empieza por la experiencia, se utiliza el orden y las características generales que ya mencioné,, además de la técnica, creo que ellos yo hemos logrado escribir ensayos, aunque no sé si literarios.

Este es el ejemplo de un ensayo de un alumno. La indicación fue la siguiente: a partir de la lectura de Las mil y una noches redactar un ensayo acerca de los elementos mágicos que aparecen en el relato.

SÉPTIMO PUERTO
Indagando y confrontando las ideas de ensayo
En el texto de María Belén Hernández González, El ensayo literario en Ortega y Gasset y Pirandello hay varias llaves que nos permitirán llegar a una definición más completa del ensayo literario. Además, estas ideas se confrontarán con las de todos los compañeros del seminario para crear un conocimiento colectivo y para poder acercarnos más firmemente a los terrenos del ensayo literario. 
María Belén nos habla de la divagación, que puede ser también “cierta libertad teórica y la licencia para la digresión y el desorden en la exposición del pensamiento”, a eso me referí en el puerto anterior en el que expliqué mi propia idea de ensayo, pues creo que todos los temas caben en este género. También la compañera Silvia Vargas hizo énfasis en la libertad y cómo un ensayo no debe ser inflexible, pues cada persona tiene objetivos, ideas y procedimientos diferentes. Gracias a lo cual tenemos una gran variedad de ensayos, que también menciona María Belén: filosóficos, científicos, literarios.
María Belén nos habla de que para que un ensayo sea literario debe tener una finalidad estética y una voluntad de creación y cuidado en el estilo, a lo cual yo me referí como la correcta elección de palabras, con una estructura propositiva. Por su parte, el compañero Hernán Cortés también se refirió a este cuidado del estilo: “Pintar con palabras un ensayo literario es mencionar que su tema son las letras, las expresiones escritas, esos elementos que constituyen el lenguaje y construyen la comunicación”. Digamos entonces que la materia prima del ensayo son las propias ideas y su transformación en palabras, con cierta técnica y de manera cuidadosa.
Otro de los elementos importantes es el uso de recursos retóricos en la redacción de un ensayo. La compañera Janet Barrios lo mencionó como uno de los pilares, y en ello coincidieron varios compañeros. También se refiere a ello María Belén como una señal de literariedad. El hecho de utilizar estos recursos u otros conceptuales nos da dos opciones “la intelección metafórica y la intelección conceptual, la captación mental de la realidad mediante metáforas y el apresamiento de lo real mediante conceptos”. Ambos pueden ser utilizados en el ensayo literario. Por lo tanto podríamos hablar de la objetividad y la subjetividad. Si bien un ensayo puede ser objetivo porque se basa en argumentos teóricos, también puede ser lo contrario porque se basa en la experiencia del autor. El compañero Hernán lo mencionó, y Nancy, Marli y yo coincidimos en ello.
No podemos dejar fuera la parte del lector, pues también Marli lo subrayó al decir que es importante saber hacia quién está dirigido lo que escribimos, para que el estilo sea adecuado.
Finalmente otra idea de María Belén en la que no había reparado es que el ensayo y su discurso pueden funcionar como agitadores sociales. No había pensado en que un ensayo es un escrito sincero que parte de una opinión personal y que esta se enfrentará a la que pueda tener el lector, la sociedad, el mundo… Es un texto que va más allá de la ficción y que confronta ideologías.
Finalmente, la seducción también es un punto relevante porque al plasmar el propio discurso y juicio crítico se debe procurar que el lector llegue hasta el final, hasta la conclusión y no se quede con una idea errónea o a medias de lo que se quiere expresar realmente.
Conclusión
Quizás debamos partir de que el ensayo no es una estructura ni un formato rígido para ser llenado. En realidad, es un texto que permite libertad, pues dependerá de la opinión del autor, del objetivo, de los recursos teóricos, de la experiencia, de a quién va dirigido y de otras variantes que deberán considerarse cada vez que uno escriba. Sin embargo, no hay que pasar por alto que un ensayo literario requiere de elementos estéticos que ayuden a darle cierto nivel artístico. También debe contemplar el juicio crítico sólido y sustentado en hechos o conceptos comprobables. Y finalmente, lo más importante del ensayo es que alguien más lea nuestro punto de vista, así que debemos cuidar todos los detalles para que funcione la seducción hacia el  lector y la transmisión del mensaje.

OCTAVO PUERTO
De Rossi hacia Sherlock
Patricia Suárez
Yo soy la proyección de la mentira en que vives;
júzgame y senténciame, pero siempre estaré viviendo en ti.
Charles Manson

Una invitación a imaginar qué podría hacer si tuviera seis meses libres y con disfrute de una beca, me hizo desear hacer teatro y llevarlo a todos los lugares que pudiera, sobre todo a esos que no tienen fácil acceso a él. Sin embargo, luego de una retroalimentación de la doctora Ethel Krauze, me di cuenta de que eso ya lo estaba haciendo y de que el hecho real era aprender aquello que alguna vez había querido y que no hice por alguna razón, de modo que comencé a pensar.
            Recordé que desde que era niña me gustaba la investigación y tenía una gran facilidad de armar historias, a las cuales les inventaba una serie de detalles absurdos. Así, narraba aquella historia del payaso mal coloreado que había salido de una hoja de papel y lloraba porque no tenía suficientes fuerzas para hacer malabares. Se la conté muchas veces a mis tíos y primos y siempre tuvo un final diferente; casi todos eran trágicos e involucraban algún crimen. Incluso, mis familiares al verme pedían que volviera a contar la historia para saber en qué terminaría esa vez. Este payaso era un resentido social y mostraba su odio por otros payasos que eran de carne y hueso y que podían ser lo que desearan en su vida.
Cuando estaba a punto de terminar mi licenciatura en Teatro, yo era fan de una serie de televisión que se llamaba Criminal Minds. Estaba enamorada del agente Rossi, un detective que hacía perfiles psicológicos y siempre cerraba cada capítulo con alguna analogía entre los criminales y la literatura. Casi al mismo tiempo conocí las novelas de Robert Louis Stevenson y Arthur Conan Doyle, y también me hice fan de Sherlock Holmes. Me imaginaba yo en una escena del crimen, reconstruyendo el asesinato o la violación, pero no pensaba en la justicia ni en el castigo de los delincuentes sino en cómo justificaría el carácter de un personaje que hiciera algo tan horrible; o bien, cómo escribiría esas historias y qué elementos tomaría de la realidad y qué otros inventaría para convertirlas en literatura. También le daba vueltas a esa lucha interna entre lo que realmente deseamos hacer y lo que es correcto para la sociedad. Sabía que me faltaban datos para eso y moría de ganas por estudiar criminalística —desde el punto de vista de la psicología—, pero no me atreví. Creo que la simple idea de llegar a sentir empatía por aquellos delincuentes me aterraba, porque entonces quizás me reflejaría en ellos. Pero ¿cómo no sentirse atraído por los delincuentes si ellos lograron hacer lo que todos hemos deseado en algún momento?
            La mente de los criminales siguió atrayéndome, porque pensaba en qué debieron haber pasado esas personas que se atrevían a matar o a violar o a secuestrar, y que en muchos casos no distinguían lo correcto de lo incorrecto, o bien, la realidad de la ficción. No es que los justifique, pero creo que todo comportamiento tiene un origen determinado que no se pudo superar por diversas circunstancias. Entonces, recurrí a mi hermana, que estudió psicología, y ella me recordó las teorías básicas del comportamiento humano. Tomé dos en particular: la concepción psicodinámica que dice que “el comportamiento es regido por fuerzas dentro de la propia personalidad, las cuales a menudo están ocultas o son inconscientes”, y la concepción humanística que dice: “el comportamiento es guiado por la imagen de sí mismo de la persona, por percepciones subjetivas del mundo y por necesidades de crecimiento personal”. (Coon, 2000)   
            Estas definiciones ya me dieron un punto de partida. Además, actualmente, todavía soy fan de las series de detectives y de la literatura policiaca, así que investigué, ya con algunas bases, cómo podía estudiar criminalística, específicamente psicología criminal para unir los dos temas, ya de por sí, ligados en su origen.
Buscando en internet, encontré que ya existe una rama de la psicología, que se dedica al estudio de la mente criminal. También vi una primera definición en un blog del tema: “La psicología criminológica pretende comprender el crimen, sus causas y a sus autores, y dar herramientas para su prevención”. [1]
            Como es un tema cuyo estudio pareciera que está de moda, encontré un par de libros que me ayudaron a empezar:
1.      Aristizabal, Edith y José Amar. Psicología forense, estudio de la mente criminal. Ed. Uninorte.
2.      Soria Verde, Miguel Ángel y Dolores Sáiz Roca, Psicología Criminal. Pearson,
            Encontré también un curso en línea para psicología criminal; bueno eran varios, pero los requisitos en todos eran tener licenciaturas relacionadas (Derecho, Psicología, Trabajo Social, etcétera) o estar involucrado con el ámbito jurídico y penal, el cual no me interesa. En uno de esos cursos decía que se aceptaba a toda la gente que estuviera interesada en el tema, siempre y cuando se escribiera una carta de motivos. La redacté, y en ella plasmé con pasión y vehemencia mi amor por Sherlock Holmes y por el agente Rossi. Creo que por lo menos habré hecho reír a mi lector porque me aceptaron y ahora dedico mis meses de beca a leer, asistir a los foros de discusión en la plataforma en línea, redactar mis trabajos e inventar algunas historias a partir de ciertos perfiles psicológicos de personajes. Mi diploma de psicología criminal no será expedido por una universidad reconocida, sino una universidad cuyos antecedentes desconozco, pero no me importa porque habré logrado mi objetivo: saber más de las mentes criminales para construir personajes y por fin entrar en la experimentación de la literatura policial.

Bibliografía
Coon, D. (2000). Fundamentos de psicología. México: Thomson.


NOVENO PUERTO
El aprendizaje significativo
Si tuviera que elegir una palabra que describa lo que aprendí en este semestre creo que sería proceso. Creo que el aprendizaje, como lo hemos practicado exige resultados inmediatos y concretos y. generalmente, se deja fuera todo lo uno experimenta antes de llegar a la meta que se fijó. Ahí es donde creo que está lo más importante.
Vino a mi mente el poema que una vez estudiamos en un seminario de poesía: Ìtaca de Costantino Cavafis, en el cual se muestra la importancia de detenerse y apreciar los detalles que nos muestra el camino. Si uno tiene en mente solo el objetivo concreto, se perderá de la verdadera experiencia. Igualmente, cuando somos maestros y esperamos que el alumno aprenda aquello que nosotros queremos que aprenda, lo estaremos privando de aquellos elementos de vida que puede encontrar a lo largo del proceso. Al final, sobre todo nosotros que somos maestros de Literatura, no podemos esperar que el conocimiento sea exacto, porque ¿cómo haríamos eso? Nosotros no enseñamos leyes ni dogmas ni operaciones en las que dos más dos siempre serán cuatro. Sí podemos darnos el lujo de elegir el camino y de dejarnos sorprender por lo encontraremos en él: la meta será un mundo de posibilidades.
El proceso, suena bien… Me hace pensar también en una serie de cambios y transformaciones. Definitivamente, quienes pasamos por este seminario no volveremos a enseñar igual. No volveremos a escudarnos bajo excusas como “Tengo un programa qué seguir” o “No me da tiempo de hacer otros ejercicios porque tengo que cubrir ciertos temas”. No volveremos a hacer clases aburridas ni a reprimir el conocimiento y el deseo del alumno. Por lo menos yo, entendí y comprobé que es un acierto legitimar el conocimiento del otro para que pueda adquirir (ya no pienso en conocimiento concreto) un acercamiento y una experiencia literaria más sincera. No volveremos a pensar que la labor del maestro de Literatura es igual a la de los demás ni a creer que sabemos o que no podemos aprender de los alumnos. Yo, al igual que muchos de mis compañeros, estoy segura de que seremos promotores del aprendizaje colectivo, porque nosotros mismos lo vivimos y comprobamos su eficacia al compartir nuestros conocimientos e ideas con los demás. Ahora todos somos mejores maestros gracias a nuestros compañeros, incluyendo, claro, a la guía de la doctora Krauze.
Al colocar mis trabajos en un solo documento también observé mi propio proceso y esa resistencia a despojarme de la figura arcaica del profesor que llega al salón a impartir una cátedra. Noté mis errores y como se transformaron en ideas más reales que pude llevar a la práctica. Descubrí que hay otras ramas del conocimiento en las que quiero incursionar reviví las ganas de hacerlo.
Pero la parte más importante de este proceso es que descubrí que no ha terminado, pues al compartir con mis alumnos mis ideas y mis maneras de poner ante ellos algún tema o sugerir un ejercicio estoy transmitiendo algo que se replicará quizás, incluso, de forma inconsciente, y eso me hace más feliz.
Ahora, cada vez que mis alumnos me preguntan “¿para qué nos va a servir esta materia”, puedo decirles orgullosamente “Para nada, por eso hay que disfrutarla y divertirnos”. He aprendido que somos muy afortunados al dedicarnos a “enseñar” Literatura porque podemos hacer lo que nos venga en gana y el límite es solo nuestra imaginación.   



[1] Consulta de blog en línea [psicologiacriminologica.blogspot.mx] 24/05/2015 21:00 h.

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