NOVENO
PUERTO (Patricia Suárez)
El
aprendizaje significativo
Si
tuviera que elegir una palabra que describa lo que aprendí en este semestre creo
que sería proceso. Creo que el
aprendizaje, como lo hemos practicado exige resultados inmediatos y concretos y.
generalmente, se deja fuera todo lo uno experimenta antes de llegar a la meta
que se fijó. Ahí es donde creo que está lo más importante.
Vino
a mi mente el poema que una vez estudiamos en un seminario de poesía: Ìtaca de Costantino Cavafis, en el cual
se muestra la importancia de detenerse y apreciar los detalles que nos muestra
el camino. Si uno tiene en mente solo el objetivo concreto, se perderá de la
verdadera experiencia. Igualmente, cuando somos maestros y esperamos que el
alumno aprenda aquello que nosotros queremos que aprenda, lo estaremos privando
de aquellos elementos de vida que puede encontrar a lo largo del proceso. Al
final, sobre todo nosotros que somos maestros de Literatura, no podemos esperar
que el conocimiento sea exacto, porque ¿cómo haríamos eso? Nosotros no
enseñamos leyes ni dogmas ni operaciones en las que dos más dos siempre serán
cuatro. Sí podemos darnos el lujo de elegir el camino y de dejarnos sorprender
por lo encontraremos en él: la meta será un mundo de posibilidades.
El
proceso, suena bien… Me hace pensar también en una serie de cambios y transformaciones.
Definitivamente, quienes pasamos por este seminario no volveremos a enseñar
igual. No volveremos a escudarnos bajo excusas como “Tengo un programa qué
seguir” o “No me da tiempo de hacer otros ejercicios porque tengo que cubrir
ciertos temas”. No volveremos a hacer clases aburridas ni a reprimir el
conocimiento y el deseo del alumno. Por lo menos yo, entendí y comprobé que es
un acierto legitimar el conocimiento del otro para que pueda adquirir (ya no
pienso en conocimiento concreto) un acercamiento y una experiencia literaria
más sincera. No volveremos a pensar que la labor del maestro de Literatura es
igual a la de los demás ni a creer que sabemos o que no podemos aprender de los
alumnos. Yo, al igual que muchos de mis compañeros, estoy segura de que seremos
promotores del aprendizaje colectivo, porque nosotros mismos lo vivimos y
comprobamos su eficacia al compartir nuestros conocimientos e ideas con los
demás. Ahora todos somos mejores maestros gracias a nuestros compañeros,
incluyendo, claro, a la guía de la doctora Krauze.
Al
colocar mis trabajos en un solo documento también observé mi propio proceso y
esa resistencia a despojarme de la figura arcaica del profesor que llega al
salón a impartir una cátedra. Noté mis errores y como se transformaron en ideas
más reales que pude llevar a la práctica. Descubrí que hay otras ramas del
conocimiento en las que quiero incursionar reviví las ganas de hacerlo.
Pero
la parte más importante de este proceso es que descubrí que no ha terminado,
pues al compartir con mis alumnos mis ideas y mis maneras de poner ante ellos algún
tema o sugerir un ejercicio estoy transmitiendo algo que se replicará quizás,
incluso, de forma inconsciente, y eso me hace más feliz.
Ahora,
cada vez que mis alumnos me preguntan “¿para qué nos va a servir esta materia”,
puedo decirles orgullosamente “Para nada, por eso hay que disfrutarla y
divertirnos”. He aprendido que somos muy afortunados al dedicarnos a “enseñar”
Literatura porque podemos hacer lo que nos venga en gana y el límite es solo
nuestra imaginación.
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