domingo, 7 de junio de 2015

NOVENO PUERTO (Patricia Suárez)
El aprendizaje significativo
Si tuviera que elegir una palabra que describa lo que aprendí en este semestre creo que sería proceso. Creo que el aprendizaje, como lo hemos practicado exige resultados inmediatos y concretos y. generalmente, se deja fuera todo lo uno experimenta antes de llegar a la meta que se fijó. Ahí es donde creo que está lo más importante.
Vino a mi mente el poema que una vez estudiamos en un seminario de poesía: Ìtaca de Costantino Cavafis, en el cual se muestra la importancia de detenerse y apreciar los detalles que nos muestra el camino. Si uno tiene en mente solo el objetivo concreto, se perderá de la verdadera experiencia. Igualmente, cuando somos maestros y esperamos que el alumno aprenda aquello que nosotros queremos que aprenda, lo estaremos privando de aquellos elementos de vida que puede encontrar a lo largo del proceso. Al final, sobre todo nosotros que somos maestros de Literatura, no podemos esperar que el conocimiento sea exacto, porque ¿cómo haríamos eso? Nosotros no enseñamos leyes ni dogmas ni operaciones en las que dos más dos siempre serán cuatro. Sí podemos darnos el lujo de elegir el camino y de dejarnos sorprender por lo encontraremos en él: la meta será un mundo de posibilidades.
El proceso, suena bien… Me hace pensar también en una serie de cambios y transformaciones. Definitivamente, quienes pasamos por este seminario no volveremos a enseñar igual. No volveremos a escudarnos bajo excusas como “Tengo un programa qué seguir” o “No me da tiempo de hacer otros ejercicios porque tengo que cubrir ciertos temas”. No volveremos a hacer clases aburridas ni a reprimir el conocimiento y el deseo del alumno. Por lo menos yo, entendí y comprobé que es un acierto legitimar el conocimiento del otro para que pueda adquirir (ya no pienso en conocimiento concreto) un acercamiento y una experiencia literaria más sincera. No volveremos a pensar que la labor del maestro de Literatura es igual a la de los demás ni a creer que sabemos o que no podemos aprender de los alumnos. Yo, al igual que muchos de mis compañeros, estoy segura de que seremos promotores del aprendizaje colectivo, porque nosotros mismos lo vivimos y comprobamos su eficacia al compartir nuestros conocimientos e ideas con los demás. Ahora todos somos mejores maestros gracias a nuestros compañeros, incluyendo, claro, a la guía de la doctora Krauze.
Al colocar mis trabajos en un solo documento también observé mi propio proceso y esa resistencia a despojarme de la figura arcaica del profesor que llega al salón a impartir una cátedra. Noté mis errores y como se transformaron en ideas más reales que pude llevar a la práctica. Descubrí que hay otras ramas del conocimiento en las que quiero incursionar reviví las ganas de hacerlo.
Pero la parte más importante de este proceso es que descubrí que no ha terminado, pues al compartir con mis alumnos mis ideas y mis maneras de poner ante ellos algún tema o sugerir un ejercicio estoy transmitiendo algo que se replicará quizás, incluso, de forma inconsciente, y eso me hace más feliz.
Ahora, cada vez que mis alumnos me preguntan “¿para qué nos va a servir esta materia”, puedo decirles orgullosamente “Para nada, por eso hay que disfrutarla y divertirnos”. He aprendido que somos muy afortunados al dedicarnos a “enseñar” Literatura porque podemos hacer lo que nos venga en gana y el límite es solo nuestra imaginación.   













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