Silvia Vargas Luviano.
Mi noción de
ensayo se ha venido modificando con el paso del tiempo, de las experiencias y a
partir del conocimiento de otros. Ha sido significativo poner a prueba aquellas
ideas que me han compartido compañeros de trabajo y de estudio.
Así puedo
decir que ésta no puede ser la excepción, pues el concepto de ensayo es un mar
de significados, algunos claros einexplorables ilustrativos como las aguas transparentes de
las playas y otros profundos e ; pero todos ellos integran la
inmensidad de su conocimiento.
Por ello,
retomo aquí aquellas ideas con las que concuerdo o son nuevas para mí con el
fin de desandar esta idea que ya había construido.
Por ejemplo;
si bien para Montaigne, el ensayo no
tenía un fin intelectual sino el de dar a conocer su condición y humor, éste se
volvió una herramienta de su vida para que los demás conocieran su manera
simple y sencilla de vivir. En una cátedra impartida por la Dra. Eliana A.
Albala, explicaba que “ensayo” se derivaba del verbo “probar”, “ejercitar” y
que en la época de Montaigne con éste término sólo se aludía a probar la comida
que estaba envenenada. Este dato era muy curioso, porque se deducía que
Montaigne no trazó ningún concepto, él
hacía ensayos de su vida. Actualmente, la palabra “ensayar” o “ensayo”
tiene más voz, porque el ensayo se considera algo a punto de quedar bien.
El asunto es,
que con el afán de perfeccionar un ensayo se han construido una inmensidad de
conceptos alrededor de él, así como de sus características, claro algunas o
casi todas indispensables. Pero, ¿Cómo evitar no perdernos en ellas? o ¿cómo olvidarlas
al momento de escribir sin obviarlas en el ensayo mismo?, creo que a veces
pueden ser un obstáculo en la construcción de un ensayo, pues la preocupación
de incluir todas las características, puede acabar con la finalidad y la
belleza de éste.
Coincido con
el concepto de Hernán, cuando expresa que: “el
ensayo literario es la expresión más profunda de un escritor. Revela sus
pensamientos, sus dudas, sus inquietudes, sus esperanzas, su malestar, su
satisfacción, su experiencia, su ignorancia, su gusto por el lenguaje…”, porque
expresa la libertad que tiene el ensayista y no puedo dejar pasar el concepto
de Nancy “el tema debe ser conocido y
dominado por ensayista…atrapa al lector y lo hace cómplice…partícipe de
emociones, anécdotas, ideas, de modo que el contenido del ensayo se vuelva
significativo en quien lo lee”, siendo ésta una idea que toma en cuenta a
quien leerá el ensayo y si se piensa, sobre todo, en un ensayo literario.
La variedad
temática hacen del ensayo un “género híbrido”
(Eduardo Nicol), pues éste puede responder interrogantes que desvelan al hombre y estar entrelazado con la literatura. Y puede
sugerir al mismo tiempo metas distintas (Pedro Laín Entralgo): la intelección metafórica y la intelección
conceptual.
Así pues,
considero que lo “literario” de un ensayo, (Hernández Gonzáles Ma. Belén) reside más bien en la finalidad estética de
las obras y por tanto en la voluntad de creación y en el cuidado del estilo”. Esto
sin olvidar su carácter reflexivo, polémico, estimulador, es decir sin olvidar
que es algo a probar, a disfrutar, a
completar, discutir y hasta a discrepar.
Creo que llegamos a una definición mas precisa del ensayo. Aunque esta precisión no significa que encerramos el ensayo en una serie de requisitos. Creo que no ha sido la intención de Montaigne que el ensayo fuese sometido por la técnica, sino dirigido por el espíritu humano. Si es así, entonces se tratará de una obra de arte.
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