lunes, 25 de mayo de 2015

OCTAVO PUERTO (Ensayo) Patricia Suárez

De Rossi hacia Sherlock
Patricia Suárez

Yo soy la proyección de la mentira en que vives;
júzgame y senténciame, pero siempre estaré viviendo en ti.
Charles Manson

Una invitación a imaginar qué podría hacer si tuviera seis meses libres y con disfrute de una beca, me hizo desear hacer teatro y llevarlo a todos los lugares que pudiera, sobre todo a esos que no tienen fácil acceso a él. Sin embargo, luego de una retroalimentación de la doctora Ethel Krauze, me di cuenta de que eso ya lo estaba haciendo y de que el hecho real era aprender aquello que alguna vez había querido y que no hice por alguna razón, de modo que comencé a pensar.
                Recordé que desde que era niña me gustaba la investigación y tenía una gran facilidad de armar historias, a las cuales les inventaba una serie de detalles absurdos. Así, narraba aquella historia del payaso mal coloreado que había salido de una hoja de papel y lloraba porque no tenía suficientes fuerzas para hacer malabares. Se la conté muchas veces a mis tíos y primos y siempre tuvo un final diferente; casi todos eran trágicos e involucraban algún crimen. Incluso, mis familiares al verme pedían que volviera a contar la historia para saber en qué terminaría esa vez. Este payaso era un resentido social y mostraba su odio por otros payasos que eran de carne y hueso y que podían ser lo que desearan en su vida.
Cuando estaba a punto de terminar mi licenciatura en Teatro, yo era fan de una serie de televisión que se llamaba Criminal Minds. Estaba enamorada del agente Rossi, un detective que hacía perfiles psicológicos y siempre cerraba cada capítulo con alguna analogía entre los criminales y la literatura. Casi al mismo tiempo conocí las novelas de Robert Louis Stevenson y Arthur Conan Doyle, y también me hice fan de Sherlock Holmes. Me imaginaba yo en una escena del crimen, reconstruyendo el asesinato o la violación, pero no pensaba en la justicia ni en el castigo de los delincuentes sino en cómo justificaría el carácter de un personaje que hiciera algo tan horrible; o bien, cómo escribiría esas historias y qué elementos tomaría de la realidad y qué otros inventaría para convertirlas en literatura. También le daba vueltas a esa lucha interna entre lo que realmente deseamos hacer y lo que es correcto para la sociedad. Sabía que me faltaban datos para eso y moría de ganas por estudiar criminalística —desde el punto de vista de la psicología—, pero no me atreví. Creo que la simple idea de llegar a sentir empatía por aquellos delincuentes me aterraba, porque entonces quizás me reflejaría en ellos. Pero ¿cómo no sentirse atraído por los delincuentes si ellos lograron hacer lo que todos hemos deseado en algún momento?
                La mente de los criminales siguió atrayéndome, porque pensaba en qué debieron haber pasado esas personas que se atrevían a matar o a violar o a secuestrar, y que en muchos casos no distinguían lo correcto de lo incorrecto, o bien, la realidad de la ficción. No es que los justifique, pero creo que todo comportamiento tiene un origen determinado que no se pudo superar por diversas circunstancias. Entonces, recurrí a mi hermana, que estudió psicología, y ella me recordó las teorías básicas del comportamiento humano. Tomé dos en particular: la concepción psicodinámica que dice que “el comportamiento es regido por fuerzas dentro de la propia personalidad, las cuales a menudo están ocultas o son inconscientes”, y la concepción humanística que dice: “el comportamiento es guiado por la imagen de sí mismo de la persona, por percepciones subjetivas del mundo y por necesidades de crecimiento personal”. (Coon, 2000)   
                Estas definiciones ya me dieron un punto de partida. Además, actualmente, todavía soy fan de las series de detectives y de la literatura policiaca, así que investigué, ya con algunas bases, cómo podía estudiar criminalística, específicamente psicología criminal para unir los dos temas, ya de por sí, ligados en su origen.
Buscando en internet, encontré que ya existe una rama de la psicología, que se dedica al estudio de la mente criminal. También vi una primera definición en un blog del tema: “La psicología criminológica pretende comprender el crimen, sus causas y a sus autores, y dar herramientas para su prevención”. [1]
                Como es un tema cuyo estudio pareciera que está de moda, encontré un par de libros que me ayudaron a empezar:
1.       Aristizabal, Edith y José Amar. Psicología forense, estudio de la mente criminal. Ed. Uninorte.
2.       Soria Verde, Miguel Ángel y Dolores Sáiz Roca, Psicología Criminal. Pearson,
                Encontré también un curso en línea para psicología criminal; bueno eran varios, pero los requisitos en todos eran tener licenciaturas relacionadas (Derecho, Psicología, Trabajo Social, etcétera) o estar involucrado con el ámbito jurídico y penal, el cual no me interesa. En uno de esos cursos decía que se aceptaba a toda la gente que estuviera interesada en el tema, siempre y cuando se escribiera una carta de motivos. La redacté, y en ella plasmé con pasión y vehemencia mi amor por Sherlock Holmes y por el agente Rossi. Creo que por lo menos habré hecho reír a mi lector porque me aceptaron y ahora dedico mis meses de beca a leer, asistir a los foros de discusión en la plataforma en línea, redactar mis trabajos e inventar algunas historias a partir de ciertos perfiles psicológicos de personajes. Mi diploma de psicología criminal no será expedido por una universidad reconocida, sino una universidad cuyos antecedentes desconozco, pero no me importa porque habré logrado mi objetivo: saber más de las mentes criminales para construir personajes y por fin entrar en la experimentación de la literatura policial.


Bibliografía

Coon, D. (2000). Fundamentos de psicología. México: Thomson.


[1] Consulta de blog en línea [psicologiacriminologica.blogspot.mx] 24/05/2015 21:00 h.

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