miércoles, 26 de febrero de 2014

El ejemplo: tercera prueba de fuego:

Conectar teoría para desembocar en juicio/didáctico: 

  • ¿Cuál o cuáles enfoques voy a utilizar y por qué?
  • ¿Qué es un juicio didáctico?
  • Aplicación

Un texto libre (estudiante/16 años)

Cuando las luces se apagan y el sol baja, sucede lo inevitable y lo natural desde tiempos inmemorables; la caída de la noche. Un lado del mundo se apaga por unas horas y todo duerme, todo está en silencio. Pasan muchas noches tranquilas, enmarcadas por el murmullo de los grillos, del agua, y de uno que otro solitario pájaro nocturno. Es el momento en que el melancólico búho se posa en la rama de un viejo árbol que acompaña a sus demás compañeros en el corazón del bosque. Ahora todo es silencio, hasta que alguien se levanta y sale hacia la oscuridad, tranquila como nadie más.
–Definitivamente no dormiré hoy.  –murmura Krista para sí misma, al tiempo que sale cubriéndose del frío únicamente con su corazón. Salió al encuentro de la luna, y al ver que mientras más caminaba, ésta parecía cada vez más reacia a responderle, supo que era el momento de dialogar con un intermediario entre ella y la sabia luna; el bosque. Caminó por una calle solitaria que parecía eterna, hasta llegar a la entrada de la arboleda. Una vez ahí, comenzó a relatar su historia a los árboles, al cielo, y a todos los demás presentes en aquel conjunto rodeado de oscuridad. Todos escuchaban atentamente. Se escuchó un ligero aleteo, cada vez más cerca de la chica de cabellos negros como el ébano, quién imploraba el calor de la melodía reconfortante del espeso verdor que la rodeaba. 
El búho tomó un lugar en el hombro de Krista con la gracia y el misterio propio de éstas aves. –Puedes abandonar la angustia que te hace sentir tan fría –el ave comenzó. –La luna me ha dicho que éste no es el fin, más lo contemplas de esa forma porque nunca confiaste en lo que tu otro yo tenía que decirte. Lo preciso es decir que lo que tanto ansías siempre ha estado ahí y siempre estará contigo. Tu eterna hermana, el alma, te dijo una vez las mismas palabras que ahora yo te digo, pero no te dignaste a hacer caso, hasta ahora, que te lo digo yo, el espíritu de la noche. –¡Oh, fiel amante de la luna! Mi poca fe ha sido la causante de todos mis problemas, y la noche ha sabido darme las respuestas que el día jamas podría haberme dado. Y eso es porque la oscuridad de la noche otorga la serenidad y la oportunidad de reflexión que la luz  del día no puede brindar.

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