Joaquín Martínez Miramontes
Resulta
curioso llamar literatura infantil a los
escritos elaborados por hombres barbados y colmilludas mujeres, cuya producción
puede calificarse de lo que sea menos de infantil, por más que se dirija a
niños. En sentido estricto, sólo a ellos, los niños, corresponde generar una
literatura, un teatro o una actitud de tal naturaleza. Es lo propio de su edad.
(Hiriart 2004, p 21)
Maravilloso inicio de ensayo
de Hiriart, sin embargo, en el desarrollo me decepciona cuando dice que:
“Resulta útil diferenciar los textos
infantiles de la creación literaria dirigida a los niños, tal como hacemos con
la pediatría y la medicina infantil, a fin de no confundir el ejercicio medico
con el juego al doctor de unos chiquillos”. (Hiriart, 2004, p. 22)
Sin embargo Krauze (2012)
plantea que “…todo mundo tiene la capacidad de ejercer la creación literaria,
pues cada persona cuenta con las herramientas tanto físicas como cognitivas y
lingüísticas para lograrlo.”
Nos hemos creído tanto el
mito de que sólo las personas con un don especial pueden escribir que es
natural que desconfiemos de cualquier creación, es necesario replantear
nuestras concepciones y analizar los textos a fin de que pierdan esa cerradura
hermética, y podamos convertirlos en objetos de investigación, en palabras de
Sagarzu “Con Todorov el texto pierde esa condición de misteriosa caja negra
para iniciados: es un objeto de investigación, contiene experiencias conocibles
y puede estudiarse como parte de la realidad humana.”
Los invito compañeros a
realizar un análisis literario de este cuento y juntos poder arribar a
conclusiones que den respuesta a las siguientes preguntas ¿Pueden los niños
escribir literatura o sólo son ejercicios de principiantes como menciona
Hiriart?
Vueltas de tuerca, bumerán,
talisman, recursos literarios, imaginación y lo mejor de todo ningún rasgo de
finalidad moralizante. Es lo que encuentro en este texto.
Jitzel Diana Guzmán
Barrera
Erase una vez un venado diferente a todos. Era muy
blanco, era hermoso, lucía mucho su hermosura, vivía de su hermosura.
Un día salió al desierto y se perdió, él dijo:
—Estoy soñando, me dormiré y cuando despierte estaré en
el bosque de nuevo.
De repente en su sueño salía un bosque que decía:
—Corre, corre el mundo explota por ti, está explotando
ya, despierta.
Despertó y empezó a correr como loco, pero no se dio
cuenta que sólo daba vueltas, se mareó y se cayó, despertó y encontró botes de
pintura, diferentes pintura, pensó y dijo:
—Ya se cual va ha ser mi trabajo, pintarme.
Se pintó de colores, pero no sabía que no había agua.
Todo el público le aplaudía. El público le empezó a dar dinero y el dijo:
—No, muchas gracias, prefiero que me den agua, comida y
techo.
El público dijo:
—No tenemos agua ni comida, pero techo sí.
Se encendió mucho y estaba a punto de patear a un niño armadillo, corrió la mamá y alcanzó
al niño, el venado dio la patiza al aire.
—¿Cómo me limpiaré? —se preguntaba.
La mamá del niño pensó en hacerle una trampa, le dijo:
—Sígueme venado, tengo techo, agua y comida.
La siguió y al llegar lo encerró en una jaula, él le dijo
a la mamá armadilla:
—¿A poco esto es un elevador?
La mamá armadilla se rió y le contestó:
—Si, te llevará directo a tu cuarto.
El venado empezó a cantar:
—El elevador sube y
baja.
Y continuó cantando, hasta que se dio cuenta de que no
llegaba y gritó:
—¡Auxilio, ayúdenme por favor!
Empezó a temblar la tierra y el venado dijo:
—Ay, a poco me quieren mucho que ya me vienen a traer,
—continuó gritando—, ¡Apúrate Coco te estoy esperando.
De repente se dio cuenta que sólo era la tierra.
Un águila fue y le abrió la puerta.
—Gracias, —le dijo.
La tierra dejo de temblar, el águila le dijo:
—Yo te puedo enseñar el camino hacia el bosque.
Cuando se lo iba a enseñar la mató otra águila. El venado
le preguntó:
—¿Por qué la matas?
El águila asesina, voló y no respondió. El venado gritó:
—¡Mataron a mi amiga!
Un sapo escucho y llevó flores al velorio, el venado le
preguntó:
—¿Qué debo hacer para quitarme estos colores e irme al
bosque?
—Primero busca un huevo de codorniz, después córtate un
cabellito de cada color y préndelos, no te preocupes yo te puedo dar la caja de
cerillos.
El venado fue de inmediato a buscar el huevo y lo halló,
se cortó los cabellos y los prendió, pero no funcionó. Alcanzó al sapo y le
dijo:
—¿Qué hago?
El sapo se empezó a reír, y le dijo:
—Sólo te dije esto para ver si lo hacías, pero yo te
puedo llevar al bosque.
Se fueron los dos al bosque. Llegaron y el venado corrió
a mojarse. Se le borraron los colores y le dio las gracias al sapo y se
hicieron amigos.
Fuentes de información
HIRIART, Bertha, Escribir
para niñas y niños, Paidós Croma, México, 2004.
KRAUZE, Ethel, Desnudando
a la musa, Conaculta, México, 2012.