domingo, 23 de septiembre de 2012

Estoy a punto de...

Explorarlo, intentarlo, crearlo y saberlo.

Mi aportación al zoológico.

            El colibrí

Un colibrí azul que volaba hacia el jardín de la lluvia de oro todas las mañanas, estuvo a punto de perder su libertad, emigrar y abandonar a las bugambilias, a los tulipanes, a los pakistakis y a las petunias, cuando conoció a un colibrí verde que vivía en el jardín de la llamarada, lejos, al otro lado del mar; ambos colibríes vivieron un idilio en el jardín de la lluvia de oro por cinco veranos,  finalmente, el colibrí verde le propuso al colibrí azul irse a vivir con él; el colibrí azul  tuvo miedo, no se imaginó abandonar su espacio, él creía que para el colibrí verde, sería más fácil adaptarse a un nuevo jardín; si  volaba con el colibrí verde, el azul permanecería lejos de  las mariposas, las abejas, azucenas, etc., y se iría prácticamente sin nada, incluso sin la aprobación de sus colibríes papás; sólo contaba con el amor del verde colibrí, de quien a penas si lograba entender el lenguaje, pero lo amaba. Ante la duda del colibrí azul para trasladarse al jardín de la llamarada, el verde colibrí decidió regresar a su propio jardín. El colibrí azul, lloraba y lloraba, hasta que recuperó el ánimo, lejos del verde colibrí, hizo una retrospección de lo que había sido el idilio y recordó que detrás del encanto verde, también existía un colibrí extraño: tacaño, aprehensivo y celoso. Si hubiese volado con el verde colibrí, probablemente el colibrí azul estaría marchito e intoxicado en la llamarada; revisar su historia, le permitió al colibrí azul mover sus alas y reconocer en ese aleteo, lo torcido del amor que pudo enderezar a tiempo para libar  nuevamente en el jardín de la lluvia de oro.

Emilia Tenorio Jaimez

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