2012, la sonda
Voyager 1, con su mensaje humano dentro, ha cruzado los confines del Sistema
Solar.
2013, aglomerados
en edificios y ciudades espesas, hormigueros de primitivos terrícolas se
transportan en veloces trenes y automóviles cargando diminutos teclados
electrónicos, sutiles artilugios
de simultaneidad, fluidez, aceleración, mientras en la otra mano continúan asidos
a su cachiporra mental de Cromagnon. Así pertrechados, cruzaron de puntitas al segundo milenio entre profecías apocalípticas.
Las predicciones fallaron, ya lo saben; siguen corriendo, apresurados entre
vías de cemento, con máquinas dondequiera, las más golosas devorando su tiempo, insaciables; las otras, no menos voraces abandonadas
a la fabricación de montañas de
inútiles productos que juzgan de provecho.
Gobernados por
la economía y el valor del dinero, vueltos de cabeza, inventan fines del mundo entretenidos, mediáticos, para opacar las catástrofes de carne y hueso, de carros repletos de
cadáveres, de cenizas, de torrentes de sangre, con los que conviven día a día, tan familiares,
que ya no los advierten en su hormiguero infestado de focos y farolas, dique
oscuro que ataja la marea resplandeciente del cosmos.
No todo en el
infierno es infierno; el amor, la poesía, la música, por ejemplo, los hacen
soñar, y a veces, olvidar la cachiporra; de entre esas mujeres y hombres algunos
han soñado sueños buenos, han delirado un poco y nos han soñando...
2025, latitud
norte 18º longitud oeste 99º, Cuernavaca, México, planeta Tierra. Por alguna ley física inexplicable para
la ciencia, la sonda Voyager 1
lanzada en 1977, atraviesa un agujero negro y entra, para gran estupor nuestro,
en contacto con la civilización de otro planeta alejado a millones de años luz.
En nuestras pantallas cuánticas, vemos seres mucho más altos —la gravedad de su
mundo, menor al nuestro, les dará esa talla—. En las ciudades se
trasladan a pie, no porque carezcan de la tecnología, sino porque saben que lo
más saludable es caminar. No hay
gobiernos, no porque exista anarquía sino porque nadie desea gobernar a nadie. No
existen inndustrias de armas de fuego que pintarrajeen de sangre nada, porque
la sangre es sagrada y el fuego sirve sólo para alumbrar los corazones. La música y el dibujo son los dos
ejes centrales en la enseñanza, y la imaginación, la asignatura esencial y obligatoria para
obtener cualquier diploma, aunque a nadie le importen en realidad los diplomas.
La profesión más respetada y admirada es la de maestro, aspiración máxima de esos
altos seres, porque han comprobado que la sabiduría es el mayor tesoro. El
único pecado es el no amor porque de ello abreva todo mal, y los únicos mandamientos, perfectamente practicados
por Buda y Jesús, son el amor y la compasión hacia el otro, sin ninguna iglesia
que los fiscalice. Coexisten millones
de modestos millonarios porque las
únicas riquezas las integran la naturaleza, el saber, y el espíritu. Nadie golpea a los niños ya que ningún
padre ni madre ha sido maltratado. Respetuosos del límite,
el consumo jamás desborda
en el exceso y las palabras deforestación y contaminación sólo existen como referencia de lo que sucede en otros planetas. La obesidad es incomprensible porque no hay industrias que llenen
de harina y de azúcar. Las únicas
tragedias ocurren por la separación de los amantes y las alegrías se tejen con las
parejas de enamorados. Las organizaciones para defender los derechos de las
minorías son un absurdo en un mundo en donde nadie violenta al otro. No hay
armas ni ejércitos, porque nadie desea
apropiarse de territorios o riquezas que serían una monserga mantener. Las máquinas, ultra avanzadas y sensibles impiden que la
gente le haga daño a otra y realizan los trabajos engorrosos y repetitivos. Mansiones
descomunales no se construyen porque están convencidos como Symborska de que “…/
para ser feliz e infeliz:/ un rincón
modesto,/ en el que las estrellas/ den las buenas noches/…” es suficiente. En los hospitales habrá músicos y
teóricos porque como Novalis diagnosticarán que “toda enfermedad es un problema musical, y cada cura una solución
musical”. Estos altos seres se sentarán a platicar, bajo el inconmensurable
techo de estrellas, recordarán habernos creado en nuestro diminuto "puntito
azul", mecido milagrosamente en la luz de una estrella, y mirarán al cielo
buscando, ellos mismos, a sus creadores.
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