martes, 10 de septiembre de 2013

Autorretrato

Autorretrato


Ésta que ves reflejada aquí, de rostro pecoso y asimétrico, un ojo y una oreja más arriba, o más abajo según la miren,  cabello oscuro y lacio, frente mediana cruzada por un fleco,  de contentos ojos, de nariz pequeña un poco corta,  de mejillas descoloridas, que ha treinta años fueron rojas, la boca pequeña, los dientes parejos, de cuerpo ni flaco ni gordo, de color moreno; de altura baja y pies ligeros; ésta digo que es el rostro de la autora de algunos cuentos desperdigados, y de la que perdió el nombre merced a su padre alcohólico, a la edad de 8 años después de la muerte de su madre; y hubo de conocer el budismo zen para sanar, llámase Rosa Blanca María Graciela Zamora Limón. Sin saber quién era, en medio del caos y el vino, extravío mucho tiempo de  estudio. Fue ama de casa muchos años, algunos de los cuales por el tal nombre perdido hubo de llevar   batallas legales, y terapias varias y aunque toda esta lucha es resultado del gran despropósito de su padre y fue una locura, ella la tiene como la mayor experiencia que le ha otorgado la vida y le ha dado ocasión de descubrir la escritura, bajo cuyos  ingeniosos estandartes, los de la pluma, desenredó así el dicho entuerto y recuperó, para su propia gloria, el nombre recibido en la pila.  

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