Ejerciendo mi derecho de soñar
Patricia Suárez
Cuautla,
Morelos.
En el año 2025 la humanidad
renunciará a las máquinas y dejará de comportarse como máquina.
La
naturaleza y el hombre vivirán en armonía: los animales que hoy tratamos como
mascotas serán parte de la familia y no habrá ninguno abandonado en las calles.
La gente
dejará de usar automóviles, pues habrán comprendido que les genera daño más que
beneficio. Todos usarán bicicletas; por eso no habrá animales ni personas
atropelladas ni choques ni accidentes fatales.
El aire
estará limpio y podremos respirar sin problemas, gracias a la disminución de las
industrias, pues entonces se preferirá el trabajo del hombre, que tendrá como
fin el satisfacer sus necesidades básicas, lo que lo hará más feliz, pues dejará
de desear lo que no tiene, dándose cuenta de que tiene lo que necesita.
La gente
preferirá la realidad a la evasión, por lo que la televisión perderá seguidores;
así, también los perderá la publicidad y el consumo de productos chatarra.
No habrá
guerras porque los seres humanos van a relacionarse con amor y arreglarán sus
diferencias dialogando.
Cosecharemos
nuestros propios alimentos, pues las técnicas de siembra en el hogar habrán
adquirido un gran auge. Por esta razón dejaremos de comernos a los animales; así
van a erradicarse las enfermedades que nos transmiten las hormonas con que los
alimentan.
No habrá cáncer
ni diabetes ni obesidad ni enfermedades degenerativas o incurables. Así los
padres no se enfermarán ni se convertirán en cargas insufribles para sus hijos.
No habrá
niños obesos ni anémicos ni desnutridos, pues el dinero estará repartido proporcionalmente,
de acuerdo con los miembros de su familia. Los que un día fueron ricos aprenderán
a vivir con lo necesario y repartirán lo demás entre los pobres.
No habrá
políticos. Las personas ancianas formarán parte de un consejo que será quien
tome las decisiones de cada lugar. No hay mejores gobernantes que quienes se
han encanecido con experiencias y golpes de la vida. La policía no será
necesaria, pues a la gente no tendrá necesidad de cometer delitos.
La educación no será un privilegio sino
un derecho, y los maestros que elijan dedicar su vida a la enseñanza, lo harán
con gusto, con amor y con orgullo. El ser anciano y el ser maestro serán los rangos
más admirables a los que aspirarán muchos niños y jóvenes.
La búsqueda del placer artístico será
un requisito en todo nivel de educación, pues ya habremos experimentado el amor
a la naturaleza, al cuerpo, al espíritu, al universo mismo.
No habrá religiones. Todos los templos
se convertirán en lugares donde la gente se reunirá a hablar, a expresar sus
opiniones por diversas que sean, donde se enseñará a amar al ser supremo, que
es la naturaleza, no a matar a quien piense diferente.
Los relojes dejarán de existir, pues el
tiempo solo nos apresura y nos hace olvidarnos del presente. Eso, el presente,
será la única preocupación de las personas, que dejarán de anclarse al pasado y
de agobiarse por el futuro.
Todos los seres humanos tendrán derecho
a un lugar para vivir con su familia.
No habrá locos, porque no habrá moral
sino libertad de ser quien uno quiera ser. No habrá sida porque no habrá culpa
ni insatisfacción ni represión sexual.
No tendremos miedo a la muerte: la
esperaremos en paz, pues habremos aprovechado cada segundo que vivimos. Nos dará
gusto retirarnos del mundo colmados de satisfacciones, y nos despediremos de
los nuestros con una enorme sonrisa.
Será un mundo de personas felices porque
el agradecimiento a la Tierra se cantará en un coro universal ¡Amor, amor,
amor!
No hay comentarios:
Publicar un comentario