martes, 19 de agosto de 2014



Los plasmidios de Hernán Cortés

¿Qué pondría  en la canasta al ir al mercado?

   Entre las joyas literarias que han marcado mi corazón se encuentran algunos versículos de la epístola del apóstol Pablo a los romanos en la Biblia, un verso de  José Martí, un verso de Manuel Gutiérrez Nájera, un verso de Amado Nervo y un verso de Pablo Neruda.
   Son palabras que me repetía mi padre y han nutrido mi alma, han orientado mi conducta, han consolado mi espíritu, se han grabado en mi mente. Y aunque el tiempo transcurre, aquellas palabras permanecen como una referencia indestructible.
   
      La palabra del apóstol  Pablo a los romanos: “…Si Dios está de nuestra parte, ¿Quién podrá estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó , y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará  del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia?...Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor”                       (Romanos 8:31-39)
  
El verso de José Martí:

“Cultivo una rosa blanca,                                                                                             En julio como en enero,                                                                                             Para el amigo sincero                                                                                                 Que me da su mano franca.                                                         
   
Y para el cruel que me arranca                                                                                   El corazón  con que vivo,                                                                                         Cardo ni ortiga cultivo:                                                                                               Cultivo la rosa blanca.”
  
Un verso de Manuel Gutiérrez Nájera:

PARA ENTONCES

Quiero morir cuando decline el día
en alta mar y con la cara al cielo,
donde parezca sueño la agonía
y el alma un ave que remonta el vuelo.

No escuchar en los últimos instantes,
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.

Morir cuando la luz, retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira:
algo muy luminoso que se pierde.

Morir, y joven; antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona,
cuando la vida dice aún: "Soy tuya",
aunque, sepamos bien que nos traiciona.

 Un verso de Amado Nervo:
Amé
          EN PAZ 
Artifex vitae artifex sui

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida, 
porque nunca me diste ni esperanza fallida, 
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

Porque veo al final de mi rudo camino 
que yo fui el arquitecto de mi propio destino; 
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, 
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas: 
cuando planté rosales coseché siempre rosas. 


...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno: 
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas; 
mas no me prometiste tan sólo noches buenas; 
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. 
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
  
              Un poema de Pablo Neruda:

                     POEMA 20 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, 
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» 

El viento de la noche gira en el cielo y canta. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. 
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 

Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche está estrellada y ella no está conmigo. 

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, 
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
a





  

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