La delicia de estar en la iglesia.
He escuchado que para muchas personas es muy aburrido estar en una iglesia,
escuchar misa, escuchar el sermón del sacerdote y de las señoras que participan
en todos estos actos, yo recuerdo con mucha emoción y alegría, y aún me produce
felicidad mis vivencias dentro de la iglesia, que empezaron desde los 6 años y
concluyeron aproximadamente a los 18 años,
viví con mucha entrega las lecturas de la biblia, me emocionaba escuchar
las conversaciones de las señoras y los
señores que asistían a lo que le llamaban reflexiones bíblicas y por supuesto me
encantaba con la reflexión del padre
Raúl y del padre Enrique, de igual manera me era delicioso saborear lo que nos
regalaban los anfitriones de las casas que visitábamos, café, tamales, atole, leche
con pan, pero lo que más me encantaba era el sabroso caldo de pollo que siempre
nos daban en una comunidad que visitábamos cada quince días, después de oficiar
la misa, aún recuerdo el aroma de ese caldo de gallina con su chile guajillo y
ese olor a epazote; me gustaba sentirme parte importante de ese grupo de personas,
pero sobre todo sentirme parte importante del sacerdote, que me pidiera que
cada domingo leyera la lectura de la biblia, cada domingo me vestía muy formal
y me gustaba que muchas personas opinaran que yo era una jovencita muy bien
portada, además de formar parte de varios grupos religiosos, la convivencia con
los sacerdotes fue muy placentera, rica y que sabrosa.
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