EL ROSTRO DE
SOLEDAD
Ésta que ves aquí,
de rostro alegre y un poco distraído, de cabello obscuro y rizado, frente
pequeña, de ojos cafés claros, a veces pícaros y llenos de luz y otras veces
todo lo contrario, de nariz chata pero bien proporcionada, pómulos
sobresalientes, boca bien delineada, con labios florecidos, dientes nácar, un
poco desgastados de enfrente, por la mala correspondencia que padecen; de
mediana estatura, el cuerpo robusto sin perder sus líneas, de tez morena, en la
plenitud de su vida, y con pies aun ligeros, ansiosos por seguir un camino
desconocido y prometedor, éste digo, que es el rostro de la mujer que ambiciona
una vida larga para cumplir muchos sueños, quien ha escapado de los brazos de
la muerte un par de veces y no teme a un tercer apretón, ni al significado de
su nombre, que muchas veces se ha hecho presente en su vida, y lejos de
padecerlo, lo ha gozado; sí, esta mujer es a quien le bautizaron con el nombre
de Soledad Manzanares Hernández en honor a la virgen de la Soledad, a quién ni
siquiera ha recurrido para pedir un milagro. Fue una niña muy feliz en su
infancia, sin embargo, tuvo que aprender desde entonces, lo que era ganarse el
pan de cada día junto a su familia, y mira que le sirvió, y aprendió a valorar
lo poco y mucho que tenía y a luchar por sus sueños. Tiene una cicatriz en la
pantorrilla izquierda, que aunque es un poco vistosa, la tiene por hermosa,
pues le recuerda que fue ella quien la impulsó a creer que su vida no tendría
que repetir la misma historia que sus progenitora y abuela, y que aun con un
sinfín de adversidades, la vida ofrece excelentes oportunidades que la mayoría
de veces, requieren de sacrificios que en algunas ocasiones termina uno
disfrutando. Es la mujer que no espera, va en busca.
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