Éste que vez aquí, de rostro
sonriente, salpicado de lunares, de
cabello negro y corto en donde los primeros copos de nieve empiezan a posarse,
de frente amplia y plana en donde el tiempo ha empezado a arar los primeros
surcos, de ojos grandes achocolatados, con parpados caídos, de nariz carnosa y
abundante, con gran ausencia de barba y bigote, con boca de labios suaves y
delgados, una sonrisa a punto de brotar siempre, que sepulta la tristeza que
vive dentro de él, unos dientes superiores grandes, mientras que los inferiores
delgados y empujándose unos a otros para ganar espacio: escaso de cuerpo, de
tronco predominante, de piel morena clara, espalda caída, con piernas que delatan
que nunca ha sido practicante de ningún deporte, éste digo, que es el rostro de
la perseverancia, vivió y escapó, del país más inspirador de sueños y mayor
ladrón de los mismos, para volver a la tierra que lo vio nacer, se llama comúnmente
Joaquín Martínez Miramontes.
Fue campesino durante su
infancia y adolescencia, donde aprendió el valor del trabajo de aquellos que
labran la tierra de sol a sol, vivió y trabajó ilegalmente en el vecino país del norte, donde aprendió
que sus sueños están junto a los seres que ama, regresó e inició su formación
profesional como profesor de educación primaria, trabajó en la sierra del
Estado de Guerrero, le han dicho varias veces que no a sus sueños, y siempre
regresa, hasta lograr abrir las puertas para demostrar lo contrario, éste que
vez aquí, aún va por ahí en conquista de sus sueños.
EL ROSTRO DE SOLEDAD
ResponderEliminarÉsta que ves aquí, de rostro alegre y un poco distraído, de cabello obscuro y rizado, frente pequeña, de ojos cafés claros, a veces pícaros y llenos de luz y otras veces todo lo contrario, de nariz chata pero bien proporcionada, pómulos sobresalientes, boca bien delineada, con labios florecidos, dientes nácar, un poco desgastados de enfrente, por la mala correspondencia que padecen; de mediana estatura, el cuerpo robusto sin perder sus líneas, de tez morena, en la plenitud de su vida, y con pies aun ligeros, ansiosos por seguir un camino desconocido y prometedor, éste digo, que es el rostro de la mujer que ambiciona una vida larga para cumplir muchos sueños, quien ha escapado de los brazos de la muerte un par de veces y no teme a un tercer apretón, ni al significado de su nombre, que muchas veces se ha hecho presente en su vida, y lejos de padecerlo, lo ha gozado; sí, esta mujer es a quien le bautizaron con el nombre de Soledad Manzanares Hernández en honor a la virgen de la Soledad, a quién ni siquiera ha recurrido para pedir un milagro. Fue una niña muy feliz en su infancia, sin embargo, tuvo que aprender desde entonces, lo que era ganarse el pan de cada día junto a su familia, y mira que le sirvió, y aprendió a valorar lo poco y mucho que tenía y a luchar por sus sueños. Tiene una cicatriz en la pantorrilla izquierda, que aunque es un poco vistosa, la tiene por hermosa, pues le recuerda que fue ella quien la impulsó a creer que su vida no tendría que repetir la misma historia que sus progenitora y abuela, y que aun con un sinfín de adversidades, la vida ofrece excelentes oportunidades que la mayoría de veces, requieren de sacrificios que en algunas ocasiones termina uno disfrutando. Es la mujer que no espera, va en busca.