Sube el cohete vestido
de soldado
con un apretado y oscuro
uniforme oficial
y cuando ya no podemos
alcanzarle
se quita irónicamente su
vestidura, lanzando un grito alegre
y para reírse de
nosotros, el audaz, dadivoso, el rey maravilloso
sacude su morral y deja
caer piedras de colores
que no llegan a nuestras
manos extendidas,
abiertas porque se
esparcen divertidas en el aire.
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