viernes, 30 de agosto de 2013


AUTORETRATO DE ALEXANDER

Este que ves aquí, de rostro chato y alargado, cuerdo con parado y caminar firme, piel apiñonada pero en contraste por partes quemadas por el sol y lo guardado en la sombra de cabello rebelde, frente lisa, de ojos involuntariamente pispiretos por falta de lubricación ocular, nariz ancha aunque proporcionada al rostro, barbilla cuadrada y se deja una piocha por tener  barba incompleta quizá por no haberse rasurado cuando debía y no usa bigote; boca pequeña y buenos aunque frágiles dientes y que si corresponden los unos con los otros, al menos en un 90%, de cuerpo proporcionado y que ha tratado de mejorar por los últimos años más por el miedo a la vejez  y con cierta disciplina aunque con  un conato de panza por un vicio de harinas y lácteos. Todo esto es el rostro y cuerpo del autor de “Soñarte” canción dedicada a amores perdidos.

Este hombre que ves aquí llamase Alexander Alvarez Arellano, músico de corazón y docente por profesión, la música la ha ejercido desde hace más de 20 años y la docencia hace apenas poco más de 5 años, ambas actividades le han despertado la pasión por cada momento vivido y busca el disfrute de la vida y solo de la vida, ha perdido un par de grandes amores, algunos buenos amigos  y algo de dinero por malos negocios, pero estos han devuelto en tributo de una alta prudencia y un a veces doloroso autocontrol en la forma de afrontar sus relaciones de amistad y amor, también un gran ánimo de seguir adelante, una idea de que siempre se puede hacer más, una energía indescriptible de aprender muchas y grandes cosas, temas, etc . Acostumbrado a perder mucho y ganar poco. No tiene hijos, pero si tiene muchos planes y ganas de hacer muchas cosas más en su vida. Se siente privilegiado y admirado de haber nacido en una época del cruce entre dos siglos que le dan la oportunidad de ver maravillado los avances científicos y tecnológicos y esperando ver mucho más del nuevo siglo, si es que éste y la vida  lo dejan seguir en los años venideros caminando a su lado.

jueves, 29 de agosto de 2013



AUTORRETRATO  DE  MAGDA.

Ésta que ves aquí, de rostro semi redondo, de cabello rizado castaño oscuro, frente corta y con algunos caminos marcados, de ojos expresivos y de nariz recta, aunque sea pequeña; las mejillas abultadas, que no hace veinte años que fueron aplanadas, la barbilla redondeada, la boca grande, los dientes  menudos  y crecidos, porque al frente tiene anchos  y delgados , y quedan mal acomodados y peor puestos, porque de metal están los anchos enmarcados; el cuerpo entre dos extremos, ni gordo , ni flaco, la estatura chaparrita, el color vivo,  antes morena que prieta;  algo amplia de espaldas, y no muy ligera de pies; éste digo que es el rostro de la alumna del CIDHEM y de la Dra. Krauze,  y de la que inició el Viaje a Ítaca , a imitación del de Cavafis, y otros  textos autobiográficos que andan por ahí descarriados y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámese comúnmente Magdalena Guzmán Alvarado. Fue fundadora del Centro de Desarrollo Infantil no. 3 durante muchos años, y seis  y medio trabajó en Tlaxmalac, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla educativa de la escuela la oportunidad de incrementar horas por  una traición, herida que, aunque parece fea, ella  la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados años, y esperan ver los venideros, arrinconada  e inconforme debajo de las vencedoras reformas del ambicioso gobierno de México, feliz memoria.








Magdalena Guzmán Alvarado

miércoles, 28 de agosto de 2013

Autorretrato de Rosa (1a versión)



Autorretrato
Rosa de Guadalupe Romero Zertuche


Un doce de diciembre, hace ya mucho tiempo, nací en la Ciudad de México. Mi abuela paterna Rosa, la materna Guadalupe.  Quedó Rosa de Guadalupe, la última de cinco hijos. Aguileño perfil, continente mediano antes magro, ahora lleno.
Dedicada por tres décadas a la investigación y la enseñanza. Quirón por convicción, la UAM fue mi morada.  La guerra contra el cáncer, me impone el retiro tras más de diez años de lucha de  armisticios temporales con sentencias confirmadas.
Amazona ahora con hilos de plata y mirada atenta, redescubro mis escritos, decenas de páginas, diría  Reyes sólo  literatura ancilar y me propongo aprender las reglas del mester, oficio de intenciones solitarias y fría resolución.
Autorretrato

Ésta que ves aquí, de rostro redondo, cabello lacio y negro, frente amplia y cubierta con un  coqueto flequillo, de  pequeños  ojos y mirada triste, de nariz pequeña y chata, de mejillas rosadas , boca pequeña y bien definida , engalanada con un lunar, los dientes poco alineados y con una gran sonrisa la cual siempre aparece  y en  todo momento  ; el cuerpo pequeño y robusto, sin muchas curvas , la piel como la canela , morena , y las manos pequeñas, la cualidad más linda  de todo su ser; éste digo retrato es la descripción de la autora algunas frases , pensamiento y pequeños cuentos  de la vida cotidiana   y la que ha buscado siempre el bienestar de su padres y hermanos,  también  la que siempre brinda una sonrisa y si puede ayuda a los demás, siempre con buena voluntad y su gran  bondad.  llámase comúnmente Edith Nancy Flores Piedra. Fue egresada de la Normal Superior, con el objetivo de formarse como docente, ya que desde siempre encontró esa inquietud,  y durante la carrera se enamoró de esa gran labor,  y de esa manera se ha preocupado por sus alumnos y su vocación.  Cuando perdió a su querido hermano la vida le  cambio de forma drástica, y la vida se le pinto gris, pero como resultado de ese acontecimiento triste y  aprendió el valor de la vida  y las gana de sobresalir.
EL ROSTRO DE SOLEDAD



Ésta que ves aquí, de rostro alegre y un poco distraído, de cabello obscuro y rizado, frente pequeña, de ojos cafés claros, a veces pícaros y llenos de luz y otras veces todo lo contrario, de nariz chata pero bien proporcionada, pómulos sobresalientes, boca bien delineada, con labios florecidos, dientes nácar, un poco desgastados de enfrente, por la mala correspondencia que padecen; de mediana estatura, el cuerpo robusto sin perder sus líneas, de tez morena, en la plenitud de su vida, y con pies aun ligeros, ansiosos por seguir un camino desconocido y prometedor, éste digo, que es el rostro de la mujer que ambiciona una vida larga para cumplir muchos sueños, quien ha escapado de los brazos de la muerte un par de veces y no teme a un tercer apretón, ni al significado de su nombre, que muchas veces se ha hecho presente en su vida, y lejos de padecerlo, lo ha gozado; sí, esta mujer es a quien le bautizaron con el nombre de Soledad Manzanares Hernández en honor a la virgen de la Soledad, a quién ni siquiera ha recurrido para pedir un milagro. Fue una niña muy feliz en su infancia, sin embargo, tuvo que aprender desde entonces, lo que era ganarse el pan de cada día junto a su familia, y mira que le sirvió, y aprendió a valorar lo poco y mucho que tenía y a luchar por sus sueños. Tiene una cicatriz en la pantorrilla izquierda, que aunque es un poco vistosa, la tiene por hermosa, pues le recuerda que fue ella quien la impulsó a creer que su vida no tendría que repetir la misma historia que sus progenitora y abuela, y que aun con un sinfín de adversidades, la vida ofrece excelentes oportunidades que la mayoría de veces, requieren de sacrificios que en algunas ocasiones termina uno disfrutando. Es la mujer que no espera, va en busca.

martes, 27 de agosto de 2013

El rostro de la perseverancia


Éste que vez aquí, de rostro sonriente, salpicado de lunares,  de cabello negro y corto en donde los primeros copos de nieve empiezan a posarse, de frente amplia y plana en donde el tiempo ha empezado a arar los primeros surcos, de ojos grandes achocolatados, con parpados caídos, de nariz carnosa y abundante, con gran ausencia de barba y bigote, con boca de labios suaves y delgados, una sonrisa a punto de brotar siempre, que sepulta la tristeza que vive dentro de él, unos dientes superiores grandes, mientras que los inferiores delgados y empujándose unos a otros para ganar espacio: escaso de cuerpo, de tronco predominante, de piel morena clara, espalda caída, con piernas que delatan que nunca ha sido practicante de ningún deporte, éste digo, que es el rostro de la perseverancia, vivió y escapó, del país más inspirador de sueños y mayor ladrón de los mismos, para volver a la tierra que lo vio nacer, se llama comúnmente Joaquín Martínez Miramontes.
Fue campesino durante su infancia y adolescencia, donde aprendió el valor del trabajo de aquellos que labran la tierra de sol a sol, vivió y trabajó ilegalmente  en el vecino país del norte, donde aprendió que sus sueños están junto a los seres que ama, regresó e inició su formación profesional como profesor de educación primaria, trabajó en la sierra del Estado de Guerrero, le han dicho varias veces que no a sus sueños, y siempre regresa, hasta lograr abrir las puertas para demostrar lo contrario, éste que vez aquí, aún va por ahí en conquista de sus sueños.
Autorretrato de Hernán Cortés Romero


  Éste que ven aquí, de cabeza afilada, de frente amplia y blanca,  de cejas pobladas, de pestañas risadas y grandes, como las de su padre,  de ojos penetrantes y de nariz griega, aunque mexicana;  la barba cerrada, que es herencia de su abuelo, sin bigotes, la boca  estrecha, los dientes bien ordenados desde el nacimiento, de escaso cabello, que se ha ido cayendo en los últimos años y apuntan a una calvicie irreversible;  el cuerpo fornido, no pequeño sino mediano, piel blanca; algo amplio de espalda, y muy  ligero de pies; éste digo que es el rostro del profesor de bachillerato en Hueyapan, y del predicador del evangelio de Cristo desde la juventud, y cuya preocupación por los jóvenes que viven un momento decisivo para volverse a Dios ha inspirado su oración. Llámase comúnmente Hernán Cortés Romero. Ha sido predicador del evangelio por muchos años, en la comunidad indígena de Tetelcingo, donde aprendió a soportar las traiciones y perdonar a los adversarios.  Perdió a su padre con quien compartía un ministerio, cuya relación había sido difícil, pero al final armoniosa, y de quien recibió la estafeta para comunicar el evangelio de Cristo a las sucesivas generaciones en aquella comunidad indígena.