miércoles, 31 de julio de 2013


El cohete

46

Lanzóse audaz a la región
 sombría

 y era, al herir aquel cielo distante,












Sube el cohete vestido de máscara 
 con una cerrada y estrecha túnica de luto, y cuando ya no podemos 
 alcanzarle, quítase el antifaz, lanza un grito burlón, 
 y para mofarse más aún de nosotros, espléndido, 
 el loco, el príncipe magnífico sacude su escarcela dejando 
 caer una brillante cascada de piedras preciosas, que nos sacude de codicia. 
 Pero esas joyas refulgentes no llegan jamás a nuestras manos 
 -ya tendidas y abiertas- porque se pierden misteriosas, se deshacen 
 juguetonas en el aire.

Manuel Gutiérrez 
 Nájera 

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