El cohete
46
Lanzóse audaz a la región
sombría
y era, al herir aquel cielo distante,
Sube el cohete vestido de máscara
con una cerrada y estrecha túnica de luto, y cuando ya no podemos
alcanzarle, quítase el antifaz, lanza un grito burlón,
y para mofarse más aún de nosotros, espléndido,
el loco, el príncipe magnífico sacude su escarcela dejando
caer una brillante cascada de piedras preciosas, que nos sacude de codicia.
Pero esas joyas refulgentes no llegan jamás a nuestras manos
-ya tendidas y abiertas- porque se pierden misteriosas, se deshacen
juguetonas en el aire.
Manuel Gutiérrez
Nájera
No hay comentarios:
Publicar un comentario