martes, 28 de agosto de 2012

Aplicando las variaciones para escribir un cuento propuestas por la Dra. Ethel Krauze.


Lary  la araña
Joaquín Martínez
Había una vez una araña llamada Lary, que aunque era gris, era feliz. Vivía en la esquina de una choza de palma, no le faltaba alimento, pues en su amplia y plateada red lo que sobraba era comida. Al sentir la lucha de un insecto por liberase de su pegajosa red, ella corría a prepararlo para la comida, le inyectaba jugos especiales que lo hacían suculento, lo enredaba cuidadosamente y lo guardaba.
Lary la araña se dedicaba el día completo a saltar en su red. La usaba como trampolín, lo que le gustaba hacer era saltar y tocar el techo de palma, e incluso, quedarse pegada en el techo y después echarse un clavado a su red. También le gustaba colgarse con uno de sus hilos y columpiarse, sentir el aire correr entre sus esqueléticas patas simplemente la volvía loca.
Un día se encontraba disfrutando de columpiarse, cuando de pronto su  hilo de seda plateado fue cortado de un sólo tajo.  Lary cayó al suelo. Caer no fue lo peor, sino lo que a continuación siguió. Sintió que una gran sombra la cubría y aunque se esforzó por correr y correr, simplemente no conseguía escapar. De pronto entró a una superficie muy lisa y se sintió que nuevamente volaba por el aire… aunque no lo sentía correr entre sus patas. Sí, Lary estaba atrapada en una pequeña botella de plástico, sintió como aquel monstruoso ser la acercaba a su rostro y posteriormente la deposito en una superficie plana de madera.  Lary intentaba subir esa lisa superficie de la botella agarrándose con sus ocho patas, sin embargo, después de varios intentos, se convenció que no lograría salir, ni aunque tuviera cien patas.
Sintió que su mundo feliz se le nublaba, al mismo tiempo que gruesas gotas saladas comenzaban a  mojar sus patas. ¡Era su fin!
De pronto escuchó el zumbido de una libélula.
—¡Auxilio! ¡Auxilio! —gritó Lary desesperada, dejandose caer nuevamente en su propio charco de lágrimas, sin embargo, la libélula si la había escuchado y estaba regresando.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? —le preguntó un tanto preocupada.
—Estoy atrapada, ayúdame a salir de aquí, por favor. —dijo entre sollozos.
—¿Por qué habría de ayudarte, si tu continuamente tiendes tu red como trampa para que otros te sirvan de comida? —la enjuicio la libélula.
—Sí, tienes razón toda mi vida he sido una egoísta. —contestó muy triste Lary, sin embargo agregó—. Sí, me ayudas prometo cambiar.
La libélula voló y cortó con sus alas un pedazo del hilo de la telaraña de Lary, lo introdujo en la botella y Lary, volvió a llorar de sentir el aire golpeando sus peludas patas. La dejó en el techo de palma. Al estar a salvo, Lary le pidió a la libélula que usara sus alas como aspas y cortara la red para que nunca nadie más volviera a quedar atrapado. Lary, no fue feliz, sin embargo continúo viviendo y eso para ella… ya era ganancia.
 

 

 

miércoles, 15 de agosto de 2012


Ethel Krauze

Variaciones para escribir un cuento infantil: con puntitos, cositas y unas cuantas palabras

1

·         Elegir un “objeto-personaje” (un caracol, un duende, un niño pelirrojo, una cucharita de plata, etc.)
  • ·         ¿Dónde vive?
  • ·         ¿A qué se dedica?
  • ·         ¿Qué le acaba de pasar?
  • ·         ¿A quién (segundo “objeto-personaje” con algún tipo de poder que el primero no tiene) le pide ayuda?
  • ·         Petición de ayuda (diálogo)
  • ·         ¿Qué tipo de ayuda le da B a A?
  • ·         ¿Qué hace A con esa ayuda? (¿cómo se transforma el mundo o “su mundo”?)

El talismán

Vamos a buscarlo en los cuentos que nos han gustado:


  • ¿Quién es el personaje principal?
  • ¿Qué problema tiene?
  • ¿A qué o a quién recurre para una solución?
  • ¿Qué recibe a cambio?
  • ¿Se soluciona el problema? (puede ser que la solución sea diferente a la esperada; de cualquier forma, implica un cambio en su situación)
Observemos el 
qué recibe a cambio:

¿Un objeto, una frase, una acción...? 

Hay que encontrar esta respuesta, indagar en ella, describir su contenido, develar su significado, atraparla con las manos de la imaginación y el cuenco de las palabras,  para descubrir el talismán que guarda.

martes, 14 de agosto de 2012

Mi primer encuentro con los cuentos


Mamá-Lola



Creí que nadie me había acercado a la literatura, sin embargo, flashes de narraciones contadas por mi abuela llegan a mi memoria. La noche llegaba silenciosa, cubriendo con su obscuro manto mi cuerpo cansado, después de ayudar en las labores del campo, desde el amanecer, hasta que el sol se marchaba lentamente entre un mar de cerros y montañas.
Tres chocitas de palma junto al camino real, dividía dos lomas. Mi padre rasgando las cuerdas de su vieja guitarra, cantaba corridos y otras canciones, tomando sus hojas de limón con piquete con su compadre Filemón, seguramente, le ayudaban a serenar su cuerpo después de un arduo día de trabajo con la yunta de bueyes.
El aroma arrullador del café de olla, endulzado con piloncillo, nos nos mantenía con energía. Algún pan tieso, de dos o tres días de haber sido comprado, se suavizaba con lo caliente del café para llevárnoslo a la boca y convertirse en la mas fresca concha con pasta de chocolate. Nos acercábamos a aquel pretil de piedra y tierra donde cenábamos, esperando la tortilla más esponjada y caliente, recién salida del comal, para hacernos un rico taco de huevo con epazote, cocinado en el comal, sin faltarle la payanada salsa de jitomate hecha en el molcajete de piedra.
—¡Ya terminamos de cenar Mamá-Lola! ¿Nos vas a contar un cuento? Preguntaba emocionado.
—Si hijo, nada mas déjame terminar de lavar estas ollas.
Mamá-Lola, era alta, delgada, y con una nariz muy afilada, su pelo era casi todo blanco, usaba sus naguas y su cotón de manta. No podía hacerle falta su delantar, sin él, se sentía desnuda. Mamá-Lola era fuerte y resistente.
Cuando comenzaba a narrar, nos petrificábamos:
Había una vez un árbol muy temido en donde se decía que los diablos hacían su reunión, Pedro de Urdimalas decidió averiguar si era cierto. Antes de anochecer llegó al árbol y se escondió en lo alto de las ramas… Esperó… Esperó… y cuando estaba dispuesto a irse escuchó ruidos, uno a uno los diablos fueron llegando. Contaban los males de distintos lugares y la forma en cómo solucionarse, Pedro de Urdimalas escuchó atento.
Uno de los diablos mencionó que en un pueblo la gente se moría de sed, y que la solución era que llevaran al hombre con enaguas y un palo en la mano y lo hicieran golpear con fuerza una roca, y de ahí iba brotar un manantial.
Al amanecer, después que los diablos se retiraron Pedro de Urdimalas se encaminó al pueblo mencionado que había la sequia. Durante el camino pensó ¿Quién era el hombre con enaguas que traía un palo en la mano? Así llegó pensando al pueblo, y al pasar junto a la iglesia encontró la respuesta. Sí, era el sacerdote y el palo en la mano, era el báculo, así que habló con el pueblo y les dijo  la solución. Volviéndose así muy rico y famoso.
Un candil de petróleo nos alumbraba, mientras el viento jugaba con su flama y el humo negro se confundía con la noche. Sentado en la tierra o de a ratos en las piernas de mi abuelita, la escuchaba atento y con los ojos llenos de asombro, ante esas historias que eran interminables, a veces, nos hacía odiar al personaje, a veces sentíamos empatía y la mayor parte de las veces celebrábamos su triunfo. Lo que me gustaba era ese sentimiento de odio o de empatía con los personajes y la capacidad de hacernos imaginar esos mundos Mi abuela no sabía leer, lo más seguro que las escuchó de sus padres y muchas otras las inventaba. Nosotros todo lo creíamos.